Recibido: 28 de octubre de 2021; Aceptado: 30 de diciembre de 2021
Espacio público desolado
Desolate public space
Espaço público desolado
Resumen
El presente artículo recoge la experiencia de las transformaciones en algunas prácticas sociales en los espacios públicos urbanos, durante el periodo de confinamiento a que fueron sometidos los ciudadanos en Bogotá, resultado de las medidas adoptadas por los gobiernos para evitar la propagación del COVID-19. Después de considerarse el espacio público como un escenario de expresiones democráticas para la reivindicación de movimientos sociales, socialización, la recreación y el deporte, se encuentra ahora desolado. Se advierte de las trasformaciones a que pueda llevar el efecto del aislamiento, aún después de controlarse la pandemia si no se recupera la confianza en volver a salir a la calle.
Palabras clave:
espacio público, COVID-19, espacio público desolado, expresiones democráticas, vida en público, confinamiento social..Abstract
This article presents the direct experience of transformations observed in urban public spaces during the period of lockdown in which citizens from different cities of the world were constrained as a measure adopted by governments to prevent the spread of COVID-19. After considering the public space, a setting of democratic expressions for the revindication of social movements, demonstrations of political tension, exhibitions of artistic expression and the fulfillment of human needs such as socialization, recreation and sport, it is now desolate. It warns of the long-term changes that the effect of isolation may have on how we use public spaces in our social lives in the future, even once the pandemic has been contained.
Keywords:
public space, COVID-19, desolate public space, democratic expressions, public life, social confinement..Resumo
Este artigo reúne a experiência direta das transformações observadas em algumas práticas sociais nos espaços públicos urbanos durante o período de confinamento a que foram submetidos os cidadãos de Bogotá, a partir das medidas tomadas pelos governos para evitar a propagação da Covid-19. Depois de considerar o espaço público um cenário de expressões democráticas para a reivindicação dos movimentos sociais, demonstração de tensões políticas, exibição de expressões artísticas e satisfação de necessidades humanas como socialização, recreação e esporte, agora está desolado. Avisa das transformações que o efeito do isolamento, mesmo após o controle da pandemia, caso não se recupere a confiança em voltar às ruas.
Palavras-chave:
espaço público, COVID-19, espaço público desolado, expressões democráticas, vida em público, confinamento social..Introducción
El espacio público urbano ha sido a lo largo del tiempo escenario de actividades culturales, deportivas, religiosas, sociales, políticas y de experiencias individuales, y en consecuencia, objeto de investigación desde perspectivas antropológicas -(Hall,1973; Low, 2005; 2006), psicológicas (Carr, et al., 1992; Páramo, 2007), de género (Burbano, 2016a; 2017; Ortiz, 2007; Sabaté, 1984), sociológicas (Goffman, 1971), arquitectónicas y urbanísticas (Borja, 2013, 2003; Gehl y Svarre, 2013)-, e ideológicas (Irazábal, 2008). De este modo, ha sido escenario de exploración para distintas disciplinas, que se han encargado de visibilizar las necesidades de espacio público de la población en las ciudades donde se concentra principalmente el desarrollo económico, tecnológico y cultural, siempre partiendo de los usos y ocupación que se hace de estos espacios.
Estos estudios han evidenciado que los diversos usos o funciones que la gente le asigna a los espacios públicos varían de ciudad en ciudad, entre culturas y regímenes, pero la desolación que se observa en la época del COVID-19, desde inicios de 2020 es universal (El Tiempo, 2020, octubre 16). Nunca, como ahora, el espacio público en la mayor parte de los países se ha encontrado abandonado, con excepción de los toques de queda de los gobiernos autoritarios que obligan a los ciudadanos a encerrarse, y prohíben su circulación a determinadas horas del día o de la noche, y de las películas de ciencia ficción que muestran las ciudades vacías después de acontecimientos apocalípticos (Diario AS Colombia, 2020, octubre 10).
El presente artículo tiene como finalidad caracterizar algunas de las transformaciones sociales que se vienen dando durante el periodo de la pandemia, comunes a todas las ciudades del mundo, pero que para efectos del presente trabajo se centrarán en algunos de los lugares públicos de Bogotá a partir de observaciones etnográficas, desde las cuales se reflexiona acerca del posible impacto del virus en las relaciones sociales y usos de los espacios públicos bajo una “nueva normalidad”.
El COVID-19 y los espacios públicos
En la actualidad, la invisibilidad del potencial del espacio público en la construcción de los procesos sociales es el resultado de la necesidad de responder a un confinamiento de la población. De lugares de encuentro social, de conectividad, escenarios de confrontación de ideas, reivindicación de grupos sociales, de actividad económica, de expresiones culturales o divertimiento, los espacios públicos pasaron a ser lugares de miedo al contacto con otras personas, por la posibilidad de contagiarse de una enfermedad que puede ser mortal, el COVID-19 (Lorduy, 2020), o popularmente conocido como coronavirus (Mercado, 2020).
Al publicarse este artículo no sabemos si el lector lo esté revisando como un pasado que haya superado la pandemia y el aislamiento producido por el COVID-19, para regresar a la normalidad, o como un presente en el que lo que mostramos marcó un hito de la transformación de la vida en público dentro de una “nueva normalidad”. Confiamos en que haga parte de la historia de las prácticas sociales situadas en el espacio público (Páramo y Cuervo, 2013), y que pueda servir de testimonio para los que quieran evaluar momentos de crisis de los espacios públicos de las ciudades.
Por causa del COVID-19, la normativa ha estado orientada a la limitación de la movilidad, restringiendo la libre circulación, a la que, en una situación de normalidad, los ciudadanos tienen derecho. Y es en este sentido que se han emitido disposiciones promulgadas por los gobiernos, y adaptadas por las administraciones de los distintos municipios o localidades de los países, las cuales se han orientado a la regulación del comportamiento de las personas para efectos de lograr un aislamiento preventivo y obligatorio, toda vez que se busca disminuir la emergencia sanitaria a propósito del virus (Echelini y Ginarte, 2020). Las limitaciones incluyen, entre otras, la circulación del tránsito de vehículos públicos y privados, con medidas de restricción por número de la matrícula para los vehículos (Diario AS Colombia, 2020, octubre 2; revista Semana, 2020, octubre 13), y del peatón, a partir de su número de identificación, por su condición de género y con prohibición total para mayores de setenta años (Diario AS Colombia, 2020, junio 14). Las restricciones incluyen el acceso a parques, playas, calles y a la concentración de las personas en este tipo de espacios. Recogemos en este estudio algunos de sus impactos sobre las relaciones sociales en público (Diario AS Colombia, 2020, octubre 10).
Metodología
El estudio de las prácticas sociales en los espacios públicos durante la pandemia se llevó a cabo mediante una observación etnográfica, a partir de caminatas, en horas del día y noche, entre semana y fin de semana en la localidad de Suba, de la ciudad de Bogotá (Figura 1). Las caminatas se realizaron por los barrios Cantalejo, Britalia y Colina, que hacen parte de las Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ) Pinar, Villa del Prado y Colina, pertenecientes a la localidad de Suba, clasificados por el Departamento de Planeación Nacional en estratos: 3, 4 y 5 respectivamente, durante los días comprendidos entre el primero de agosto al 30 de octubre de 2020, en días alternados entre los dos investigadores, según la restricción se estableciera para hombres o mujeres. Las observaciones se realizaron con registro fotográfico y notas de campo que iban siendo grabadas a medida que se realizaban los desplazamientos. Para complementar la observación de las prácticas sociales observadas y generar una triangulación, se cruzó la información con otras fuentes documentales provenientes de los medios de comunicación, que daban cuenta de la regulación del comportamiento de los ciudadanos impuesta por la Alcaldía de la ciudad durante la época de mayor confinamiento debido al COVID-19.
Resultados
Para llevar a cabo la sistematización y análisis de la información se realizaron matrices de Microsoft Excel®, que permitieron organizar en cinco categorías los distintos aspectos observados en torno a las prácticas sociales en los espacios públicos durante el período de confinamiento explorado. De este modo, las observaciones etnográficas se agruparon en las categorías que se describen y analizan a continuación.
La reconfiguración del espacio
Uno de los aspectos más llamativos durante el periodo en que se realizó el estudio fue observar varias calles limpias y vacías, andenes desocupados, sin transeúntes ni vendedores ambulantes, con excepción de uno que otro domiciliario y algunos individuos con las compras de comida para el día y el paseo de mascotas. Una atmósfera de silencio interrumpida solo por el canto de los pájaros, automóviles quietos como si se hubiera suspendido el tiempo, el pasto crecido en los parques y en los canales de aguas lluvias. La nueva espacialidad resultó intimidante, parecía un primero de enero cuando nadie sale a las calles por el trasnocho de fin de año, pero prolongado por varios días. El espacio público suspendido en el tiempo, sin cumplir su función socializadora, económica y de movilidad que tradicionalmente ha cumplido y como escenario para el protagonismo de actores distintos a los tradicionales (El Tiempo, 2020, abril 7).
La libertad vigilada y los comportamientos urbanos responsables
La administración de la ciudad había hecho un simulacro de confinamiento antes de la propagación del virus, buscando la autorregulación de las personas. Si bien el ejercicio resultó útil en su momento, y sirvió como preámbulo de las medidas que tomaría más adelante el Gobierno Nacional y de la ciudad, para tratar de controlar la expansión del COVID-19, se observaron algunos individuos y grupos de personas caminando por las calles, haciendo uso de sus vehículos, comprando, vendiendo, ya fuera en almacenes o en los espacios públicos, socializando en lugares de trabajo o en parques a distintas horas del día, ya fueran hombres o mujeres, y varios de ellos sin tapabocas, o haciendo mal uso de este.
Seguramente, muchas de las personas salieron de sus casas por fuerza mayor con el fin de solventar sus necesidades económicas, pero también muchos otros lo han hecho de forma irresponsable, irrespetado las reglas que contribuyen a no propagar el virus, evidenciando de esta manera la incredulidad sobre el contagio, o la poca educación que han recibido para seguir reglas, en particular en lo que respecta al aprendizaje colectivo de comportamientos urbanos responsables.
Ante la indisciplina social que se comenzó a observar, el gobierno decidió emitir decretos que establecían sanciones económicas a empresas, o comparendos a individuos por salir sin motivos justificados, practicar deporte por fuera de un radio particular respecto al lugar de vivienda, no hacer uso de tapabocas, mascarillas o guantes, obligando a mostrar certificados de desplazamiento, y aplicando sanciones económicas a quienes administran lugares que permitieran el ingreso de más de un determinado número de personas, donde no se pudiera guardar una amplia distancia entre las personas. Se administraron comparendos económicos para aquellos que no mostraron una clara excusa para estar en la calle, ya fuera caminando o conduciendo un vehículo. Se motivó igualmente el quedarse en casa, promoviendo el ejercicio al interior de la vivienda, las actividades familiares y los encuentros virtuales. Con el tiempo, todas estas medidas se fueron relajando en su aplicación y por supuesto en su acatamiento por parte de la ciudadanía.
El acceso a los espacios públicos ha sido por excelencia una manifestación de la democracia, donde cualquiera puede tener ingreso a ellos y a manifestarse. Su restricción era considerada una afrenta contra el derecho a movilizarse, a los derechos y las libertades de residencia, circulación y reunión de los que gozan los individuos. Sin embargo, con la pandemia generada por el COVID-19, todo cambió. Como medidas preventivas de la propagación del virus, se prohibió la libre circulación de las personas por los espacios públicos, y su uso quedó condicionado a que quien saliera debería dar justificaciones estrictas, explicando necesidades de alimentación o cuidados de salud a las autoridades encargadas de regular la movilidad.
Cambio de reglas para la interacción social en los espacios públicos
Las distancias sociales se transformaron. Hall había observado que las personas guardan distancias espaciales entre sí, las que resumió a partir de su trabajo La dimensión oculta (1973) en: íntimas, personales, sociales y públicas. Este tipo de distancias afirmaba, dependen del sentimiento que experimenta en un momento determinado cada una de las personas respecto de la otra: al mostrarse irritada, enérgica o amorosa, por mencionar algunas emociones y que se manifiestan principalmente por el tono de voz empleado. Distancias que parecieran tener su origen en el proceso evolutivo de la especie, y que se expresan o se reclaman de diversas maneras, como cuando la persona se ve forzada a entrar en contacto físico con otras en los sistemas de transporte masivo, lo que viola el principio de la distancia íntima, reservada para las personas con las que mantenemos relaciones afectivas. La distancia personal, mediante la cual el individuo pareciera formar una burbuja protectora que lo separa de los demás. La distancia social, es con la que se busca ver al otro individuo en su totalidad, donde el comportamiento está condicionado culturalmente; por ejemplo, los británicos mantienen una mayor distancia social que los latinos y los árabes. Finalmente, la distancia pública, en la que un individuo puede adoptar una actitud evasiva o defensiva, donde se puede observar mayor cantidad de personas, aunque sin distinguir bien sus rostros.
Aunque Hall hizo ver que estas distancias están asociadas a distintos tipos de actividades y lugares, y que en buena medida pueden estar siendo afectadas por aspectos culturales, parecieron reorganizarse con la pandemia. Con la presencia del virus se transformaron las normas que regulan las distancias espaciales para la interacción social, los rostros dejaron de ser las señales de reconocimiento al estar cubiertos con tapabocas y gafas, cuando no caretas cubriendo la totalidad, como se evidenció en los distintos recorridos y los encuentros entre personas -ya fuera para preguntar algo a algún desconocido, o con algún amigo-, se caracterizaron por una distancia física amplia. El contacto físico del saludo de mano, el beso en la mejilla, el abrazo, que se observaba antes, pasó a ser con el codo, para luego eliminar del todo la distancia personal y observarse una distancia social de varios metros en los espacios públicos como parques y avenidas, respondiendo al parecer, al estrés o el temor al contagio por el que atraviesa la sociedad en la actualidad, lo que afecta del todo las distancias íntima, personal, social y pública.
El efecto emancipador del espacio público para las mujeres a propósito de las medidas de pico y género en la ciudad
A partir de la necesidad de limitar la presencia de muchas personas en el espacio público, para impedir el contagio, varias ciudades, entre ellas Bogotá, expidieron normas para evitar que la circulación de mujeres y hombres no coincidiera el mismo día al salir a la calle. Mientras que quienes se consideraban transgénero, podían salir a la calle, de acuerdo con el género con el cual se identificaban (El Tiempo, 2020, junio 2).
Durante los periodos de observación, en efecto, hubo una reducción en la cantidad de personas en las calles. La condición de hombre o mujer era fácil de identificar, lo que contribuyó a la regulación por parte de la ciudadanía; las mujeres dirigían su mirada hacia los hombres que veían solos, a manera de censura y viceversa. Aunque por el tipo de metodología empleada no se cuantificó la cantidad de personas por la condición de género en los días de confinamiento para hombres y mujeres, esta distribución constituyó un elemento paisajístico en la ciudad no observado desde los tiempos de la administración del alcalde Mockus, cuando prohibió, en 2001, por una noche la salida de los hombres a la calle. Se observó uno que otro caso de hombres acompañando a mujeres de edad, o mujeres con hombres mayores, y una que otra persona de sexo opuesto con su mascota en algunos de los parques en los días con restricción.
Salir a la calle, y hacerlo sin una compañía masculina para las mujeres, se convirtió en manifestación de la configuración del espacio desde el género, situación que remite al análisis desde los planteamientos de la geografía de género (McDowell, 2000), en la medida que se busca contraponer a la expresión del control masculino del espacio público y las visiones unilaterales de comprender el espacio (Burbano, 2016b; 2014). De alguna manera, el hecho de que, a partir de un decreto, se les haya permitido a las mujeres “salir a la calle”, rompe con el control masculino de vigilar la presencia de las mujeres en los espacios públicos, por cuanto no estaban siendo observadas o acosadas por los hombres.
En tiempos de la pandemia el espacio público para muchas mujeres se constituyó en el “afuera”, que les permitió librarse de los abusos a los que han sido sometidas en sus hogares, viendo limitadas sus posibilidades de salir. En consonancia con lo mencionado por Ortiz (2007), se hace necesario propender por el uso igualitario de los espacios públicos para los ciudadanos, de tal forma que la promulgación de un decreto que prohíba el uso mixto del espacio no sea mecanismo que pueda garantizarlo.
Repercusiones sobre la vida social
No se escucharon fiestas, ni música, tampoco se vieron los actores que tradicionalmente han hecho presencia en el espacio público, como los viejos, ausentes por considerarse la población de mayor riesgo de contagio y obligados a observar, en primer lugar, las restricciones de circulación en el espacio público. Ni vendedores ambulantes que debieron soportar las peores consecuencias económicas, tampoco niños en los parques o de la mano de sus padres circulando por las calles. Se escuchó el ladrido de los perros y el canto de los pájaros, que antes se ignoraba o no se percibía por el entorno ruidoso de la ciudad. Se observaron personas en los balcones de sus apartamentos, o a través de las ventanas haciendo ejercicio o simplemente mirando hacia la calle. En un par de ocasiones se observó a las personas saliendo a sus balcones a aplaudir al personal de salud que se estaba exponiendo al virus tratando de curar a los enfermos y salvar vidas.
Con el paso de los días y el relajamiento en el seguimiento de las regulaciones, los ciudadanos confinados se convirtieron en espectadores de serenatas de algunos músicos que decidieron arriesgarse a salir a la calle para ser escuchados, y de esta manera, alegrar la cotidianidad de las personas y recibir a cambio un pequeño reconocimiento económico. Gracias a su estrategia, los vecinos de los distintos sectores pudieron escuchar desde música clásica hasta popular. La atmósfera musical, proveniente del canto de las aves y de variados grupos musicales, y el ruido mecánico de las máquinas para hacer ejercicio, fueron de los pocos sonidos que se oyeron en las calles. También se escucharon las voces en alto volumen de los venezolanos migrantes, pidiendo ayuda para sus familias.
El cambio que se ha visto en la dinámica reciente de los espacios públicos, y los efectos por la desolación, ha privado de una importante experiencia no solo a quienes se consideran caminantes, sino al común de la población, particularmente a los niños, quienes se ven principalmente afectados en su desarrollo social, de conocer la manera de pensar de las generaciones anteriores y actuales, en suma, de aprender en el espacio público mediante mecanismos como el de la observación a otras personas, para conocer sus costumbres, la forma de circular por la ciudad, la manera de disponer de las basuras, las heces de los perros y de hacer uso apropiado del mobiliario urbano, pero también de observar el rostro del otro, posibilidad que se ha visto truncada por las reglas que ahora se deben seguir.
Conclusiones
La observación etnográfica llevada a cabo durante el periodo objeto del estudio, lleva a unas reflexiones acerca de la importancia del espacio público urbano, el redireccionamiento de la investigación sobre este tipo de escenarios y el impacto sobre sus usos hacia el futuro.
Frente al cambio notorio de la experiencia que se ha tenido en el espacio público a causa de las medidas adoptadas para prevenir el contagio, aumenta el interés de valorar el espacio público, precisamente porque se percibe que se está perdiendo, y aún más, cuando no se tiene conocimiento del momento en el que se podrá volver a experimentar la vida en público, al menos como lo era en el pasado reciente. Puede pasar lo del pez que solo entiende la importancia del agua cuando está fuera de ella.
La preocupación ya no es porque la vida social se haya desplazado de las calles y plazas a los sociolugares privados (Páramo y Burbano, 2012; Páramo, 2011), como es el caso de los cafés, bares, discotecas, restaurantes, clubes nocturnos, galleras, o centros deportivos, sino ahora al campo virtual poniendo en riesgo la vida en público. Es probable que para muchas personas se convierta en hábito quedarse en casa, donde se ha aprendido a sobrevivir sin tener que salir a la calle; se mantenga el pedir comida a domicilio, hacer ejercicio, el teletrabajo y el estudio virtual, y el tiempo libre se invierte ahora más en videojuegos y en ver televisión con una gran cantidad de ofertas, con las repercusiones propias del sedentarismo para quienes no practiquen ejercicio en casa.
Entre los beneficios tangenciales de la cuarentena ha estado la reducción de la criminalidad callejera, los atracos a mano armada, el hurto de celulares; sin embargo, en algunos sectores ha aumentado el robo a mujeres durante la restricción de pico y género, al igual que al encontrarse más solos los lugares se hayan facilitado los atracos. Al mirar otros indicadores, se observó mediante indicadores durante el periodo estudiado, la disminución en los accidentes resultado de una movilidad restringida y en consecuencia también una mejor calidad del aire, menor contaminación por ruido, calles más aseadas, mayor número de ciclistas, junto a ello, la ampliación de las ciclovías en Bogotá, precisamente para evitar la propagación del virus con lo cual se busca la reducción de las aglomeraciones e interacción entre las personas (Organización Mundial de la Salud, 2020); y lo más interesante, la presencia de animales salvajes reclamando espacios como suyos. Este tipo de experiencias deberían servir para valorar el espacio público como escenario para la convivencia.
A futuro, las formas de relación entre las personas se verán filtradas por los tapabocas y las caretas, la atención se pondrá en los ojos, la distancia personal tenderá a desaparecer; los besos, abrazos y saludos de mano disminuirán y prevalecerá la distancia social. Generará desconfianza y censura social el que las personas estornuden o tosan junto a otros. Las nuevas formas de relacionarse con otras personas, en un contexto conformado por una atmósfera de silencio en las calles debido a la desolación durante el confinamiento, desatará el nerviosismo de las personas que pretenden salir a la calle. No obstante, las principales calles y avenidas seguirán siendo escenarios de confrontaciones políticas e ideológicas.
Los antecedentes de las investigaciones sobre el espacio público llamaron la atención sobre la importancia que tiene en las dinámicas sociales (Licona, 2017; 2007; Jacobs, 1961), el intercambio de ideas (Páramo y Burbano, 2014), el comercio, la construcción de significados (Torres, 2013), la posibilidad de articular la vida urbana (Franck y Stevens, 2007), valiéndose de distintas dimensiones de la vida pública, la manifestación de las diferentes formas de interacción social y la exhibición de prácticas culturales que identifican y cohesionan los grupos culturales (Páramo, 2013; Smolka y Furtado, 2001; Drucker y Gumpert, 1997). No obstante, dada la dinámica actual de la sociedad bajo la sombra del COVID-19, las investigaciones están llamadas a tener en cuenta nuevas variables para reflexionar sobre lo que ocurre en la crisis actual; de esta manera, sumar a las que desde una perspectiva tradicional del espacio público se ha venido desarrollado (Gehl y Svarre, 2013). Las repercusiones en la vida social y salud mental de los habitantes urbanos, por ejemplo, están por analizarse en las investigaciones futuras. Con el encierro no solo se incrementan los temores, la ansiedad, el aburrimiento, la depresión, que han incidido en la violencia contra las mujeres y los niños, sino los aspectos de la vida de las personas en los que los espacios abiertos y de socialización han servido de canalizadores para las tensiones cotidianas.
A partir de la experiencia reciente que muestra efectos en los procesos de socialización en los espacios públicos de las ciudades (Portafolio, 2020, octubre 9), dado que se ha restringido la socialización, será necesario incorporar nuevas preguntas de investigación: ¿qué efectos tendrá a mediano y largo plazo el miedo a una enfermedad por contagio físico, sobre las distintas prácticas sociales que han venido caracterizando la vida en público? ¿Cuáles fueron los efectos sobre la salud mental y la vida familiar resultado del confinamiento? ¿Qué nuevos hábitos se crearon? ¿Cambiará el tipo de contacto entre las personas, se eliminarán los besos, los saludos de mano, la distancia personal, las ventas callejeras, la alimentación en sitios públicos? ¿Qué actividades de las que se desarrollaban en espacios abiertos, como el ejercicio físico y distintos momentos recreativos se quedarán en los hogares?
Como se ha visto por la crisis actual del espacio público, el reto al hacer propuestas para mejorar la experiencia de la vida en público ya no gira únicamente en torno al mérito de aprender a vivir con la diferencia de aquel que pertenece a grupos culturales distintos, es migrante, o corresponde a una condición socioeconómica diferente. El reto en las ciudades del mundo, hoy, incluye recuperar la confianza de volver a salir a la calle, con un cambio de comportamientos que promuevan el cuidado de sí mismo y del otro, y el reconocimiento de la ocupación del espacio público por parte de personas que se han vuelto protagonistas, como es el caso de los migrantes, los vendedores informales, y habitantes de calle, e incluso de las especies animales a las que debemos permitirles recuperar espacios que les hemos arrebatado.
Sin embargo, al terminar este trabajo no estamos seguros del devenir de la sociedad ante la incertidumbre creada por el COVID-19. Con el tiempo, las necesidades económicas apremiaron, la gente de los barrios populares se volcó a las calles reclamando su derecho al trabajo, los contagios y los muertos aumentaron, la desobediencia civil se impuso.