Valorar a los maestros garantiza la calidad de la educación
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Abstract
No debes pisar ni siquiera la sombra del maestro.
Proverbio coreano
Finlandia ha tenido esto durante los últimos 20 años:
elegir a los mejores jóvenes para
estudiar para docentes.
Pasi Sahlberg
Al revisar los sistemas educativos de los países que
continuamente obtienen los mejores promedios en las pruebas
evaluadoras internacionales, se evidencia que todos coinciden
en una convicción indeclinable: el éxito de sus propósitos
educativos está en los maestros. Darle estatus a la profesión
implica invertir en la formación de los docentes: «El equivalente
a Magisterio en Finlandia es una titulación complicada,
exigente y larga, que además incluye entrevistas personales,
por lo que los maestros son profesionales muy bien preparados
y vocacionales» (Aulaplaneta, 2015). Siempre he pensado
que debería exigirse un año de servicio a la comunidad, en
escuelas públicas –pagado naturalmente por el Estado-, como
prerrequisito para la titulación como «maestro». Es lo que
hacen en Nueva Zelanda. Les exigen tres años de estudios
universitarios y dos años de trabajo en escuelas bajo tutela de
otro docente, tras lo cual deben presentar una prueba similar a
las de los médicos internos residentes para alcanzar su título.
Luego de tanto esfuerzo viene la gratificación, un promedio de
45 000 euros al año. Con tal esfuerzo y con esa asignación
mensual, ser maestro recupera la categoría respetable que
tenía en las sociedades antiguas.