Después de las vacaciones llega la transfobia
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La maestra regresa de vacaciones feliz de ser. Pide que le llamen con otro nombre y que la traten en femenino. Recién entra, tres estudiantes le dicen que si «le gusta que le den por el culo», y estallan en carcajadas. El edufísico, el mismo de los chistes sobre «mujer a la cocina» y «los negros esclavos», después de gritarla en varias ocasiones por el micrófono delante de los estudiantes, la amenaza: «usted no sabe con quién se metió, marica». Maestros y acudientes la acusan de que «se le ven las güevas», aunque usa faldas. La felicidad se torna en defensa por su existencia1. Piensa que si eso hacen con ella, que no harán con una niña trans.
Después de la familia, la escuela debería ser un espacio seguro para respetar y garantizar la individualidad de cada quien. No obstante, es uno de los infiernos más grandes para la libertad de expresión.
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