Esperanza: la profe rebelde que escribe cartas en la sindemia Esperanza: the rebel teacher who writes in the sindemic
Contenido principal del artículo
Resumen
Las cartas son un ejercicio pedagógico realizado con estudiantes y sus familias durante el aprendizaje en casa. Es una propuesta que busca llegar a las familias de los estudiantes, para animarlos y ofrecerles salidas, desde la lectura y la escritura, a la crisis psicosocial que los afecta. Contienen mensajes elaborados por varios maestros y mensajes emitidos por estudiantes y padres de familia de manera escrita, gráfica y en pódcast. El propósito es hacer reconocer los aprendizajes de los estudiantes en la sindemia para que los haga suyos la escuela.
These letters are part of a pedagogical exercise with students and their families during the lockdown of 2020. This exercise aims to reach the families of the students to cheer them up and offer them mental escapes from the psychosocial crisis through writing and reading. The letters have messages written by teachers, students, and parents. The main purpose is to recognize that students have had learnings in the sindemic and the school should work with them.
Letters, Endemic, Writing, Teacher
Recibido: 31 de octubre de 2021; Aceptado: 23 de marzo de 2022
Resumen
Las cartas son un ejercicio pedagógico realizado con estudiantes y sus familias durante el aprendizaje en casa. Es una propuesta que busca llegar a las familias de los estudiantes para animarlos y ofrecerles salidas, desde la lectura y la escritura, a la crisis psicosocial que los afecta. Contienen mensajes elaborados por varios maestros y mensajes emitidos por estudiantes y padres de familia de manera escrita, gráfica y en pódcast. El propósito es hacer reconocer los aprendizajes de los estudiantes en la sindemia para que la escuela los haga suyos.
Palabras clave:
cartas, endemia, escritura, profesora..Abstract
These letters are part of a pedagogical exercise with students and their families during the lockdown of 2020. This exercise aims to reach the families of the students to cheer them up and offer them mental escapes from the psychosocial crisis through writing and reading. The letters have messages written by teachers, students, and parents. The main purpose is to recognize that students have had learnings in the sindemic and the school should work with them.
Keywords:
letters, endemic, writing, teacher..Resumo
As cartas são um exercício pedagógico feito com estudantes e suas durante o confinamento de 2020. É uma proposta que procura chegar as famílias dos estudantes pra motivá-los e proporcionar saídas, desde a leitura e a escritura, a crise psicossocial que los afeita. Contentem mensagens feitos por vários maestros y mensagens emitidos por estudantes e pães da família do jeito escrito, gráfico e sonoro. O objetivo é fazer reconhecimento dos aprendizagens obtidos pelos estudantes na sindemia pra que a escola se apropriar deles.
Palavras-chave:
cartas, endemia, escritura, professora..«La realidad inteligente, sí señor. Todos soltamos un hilo, como gusanos de seda. Roemos y nos disputamos las hojas de morera, pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable». (Rivas, 2018, p. 38)
Las cartas de la profe que difiere, cuestiona y desafía lo instituido son ese tapiz que hoy auscultamos como un aporte de la escuela a la ciudad y a la cultura. El tapiz consta de cuarenta hilos entrelazados, de los cuales, como gusanos de seda, solamente soltamos un par de ellos para roerlos, acompañándolos con las rozadas que esculpen, en las hojas de la morera virtual, algunos destinatarios que se dejaron entrecruzar en el «Aprendizaje en casa». Este tejido comienza con una reflexión acerca de la importancia de leer y escribir en tiempos aciagos como la sindemia, es decir, en los hechos que nos oprimen: empobrecimiento, insomnio, prisión y desesperanza. Monterroso aseguraba que el insomnio hizo a Baudelaire, la prisión a Pellico y la pobreza «a todos tus amigos escritores» (Monterroso, 1982, p. 104). La sindemia ostenta oportunidad para escribir.
Las cartas son una provocación a maestros, estudiantes, padres de familia, gobernantes y sociedad en general, a valerse de la lectura y de la escritura para transitar la sindemia y otras penurias que aquejan a la humanidad. La literatura aporta innumerables ejemplos para andar las adversidades; por ejemplo, la novela de Lewis, cuando Alicia se encontró rodeada de oscuridad, apenas avizoraba un largo pasadizo en el fondo del cual escasamente distinguía la figura del Conejo Blanco. Al desaparecer el Conejo, Alicia quedó atrapada en un salón estrecho, alargado, iluminado por lámparas y cercado por varias puertas, todas ellas cerradas. Entonces decide ir hacia la mitad de la habitación y allí descubre una mesa con tres patas de cristal y, sobre ella, una diminuta llave dorada (Carrol, 1999, p. 22).
Para Alicia esa era la señal para salir del salón, pero había una disyuntiva: la llave era demasiado pequeña para las cerraduras o las cerraduras eran demasiado grandes para la llave. Alicia, en esta ocasión, no se puso a llorar para no ahogarse en el mar de sus propias lágrimas, sino que dio otra vuelta en la habitación y halló una portezuela más pequeña que se encontraba detrás de unas cortinas. Probó suerte y esta vez cerradura y llave concordaron perfectamente. Abrió la puerta, se arrodilló y divisó en el fondo, no un Conejo Blanco, sino un maravilloso jardín. Las cartas de la profe rebelde no son siquiera una diminuta llave, son una ganzúa en la que escritura, lectura y sindemia concuerdan en avizorar el fondo donde está el jardín de la esperanza, esa esperanza legada en la pedagogía freiriana, sin la cual «poco podemos hacer porque cuando luchamos como desesperanzados es la nuestra una lucha suicida, un cuerpo a cuerpo puramente vegetativo» (Freire, 1992, p. 9).
Las cartas en el «infierno de los vivos»
El SARS-CoV-2 nos cogió sin la cura, pese a que a comienzos de siglo su estirpe le advirtió a la ciencia y notificó al mundo (Caja de Pandora, 2021, p. 246), al igual que lo hacen ahora los mutantes, sobre el siniestro ímpetu de otros linajes, pero la humanidad, por pasarse la vida ocupada haciendo otras cosas, verbigracia, la destrucción de la naturaleza, no le dio la importancia exigida y hoy nos tiene en lo que Ítalo Calvino denomina el «infierno de los vivos» cuyas dos maneras de sufrirlo son: una, aceptarlo y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más; la otra, que exige atención y aprendizaje continuos, es buscar y «saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio» (Calvino, 1999, p. 117).
El «infierno de los vivos» por el que continúa peregrinando el mundo en estos momentos cuenta con distintas denominaciones, una de ellas sindemia, que no solo comprende la covid-19, sino: comorbilidades, empobrecimiento, hambruna, violencia, falta de atención hospitalaria y endemias. El infierno de los vivos es algo muy grande que surge de lo pequeño, de algo invisible a los ojos. En el orden imaginario, apunta Bachelard, es normal que el elefante, ese animal inmenso, como se cuenta en la alegoría bíblica, salga de una concha de caracol. Sin embargo, «es excepcional que se le pida, al estilo de la imaginación, que entre en ella» (Bachelard, 2000, p. 107). Lo bello y lo grande atenúan el poder de los gérmenes, que en este caso son «lo contrario del virus» (Sanín, 2020, p. 404). «Que lo grande surja de lo pequeño, es una de las fuerzas de la miniatura»1, afirma el mencionado filósofo. La miniatura es el virus, lo monstruoso es la sindemia, porque no solo interpela la crisis sino las decisiones humanas.
Las cartas que escribe Esperanza no son un «infierno de los vivos para los vivos», sino un escenario de atención y aprendizaje continuos que posibilitan a niñas, niños, jóvenes y adultos, atenuar pensamiento, emociones, intelecto, y modular angustias, dolores, miedo, cansancio y experiencias que en la sindemia están depredando la salud física y mental. Las cartas de Esperanza no ofrecen el cielo ni el purgatorio, tal vez, memorando lo dicho por algún teólogo, se ocupan de la vida, porque están escritas para el aquí y el ahora, no de la vida eterna, porque «quien espere la vida eterna para después y no la viva ahora tendrá un gran desengaño» (Pigem, 2018, p. 180). «Es la vida, más que la muerte, la que no tiene límites», le dijo el capitán a Florentino Ariza en ese «ir y venir del carajo» (García, 1985, p. 409).
Las cartas trastean «el aire que exhalan las palabras» (Faciolince, 1997, p. 9), buscan la belleza a través de las ellas; dicho de otro modo, intiman la literatura para deleitar. Son el bálsamo de Fierabrás que alivia el dolor, que oxigenan el viaje en el que no nos interesa el final sino el trayecto, porque de la manera como se asuma el proceso pende la llegada. Prácticamente en el trayecto está el final, como decir que en el ciclo vital está la muerte, pero esta última locución, volviendo al «infierno de los vivos», no se puede pronunciar, dado que «quema los labios» (Paz, 1993, p. 63). «La nuestra es una cultura negadora de la muerte… jugamos a ser inmortales» (Fonegra, 1999, p. 22). En la relación vida/muerte, el discernimiento de la segunda, en términos de Estanislao Zuleta, «es la condición absoluta del conocimiento de la vida; los seres que no saben que morirán tampoco pueden saber que viven, como ocurre a los animales» (González Ávila, 2015, p. 69).
Oteando la didáctica de las cartas, afirmemos que esta vianda exige, de sus destinatarios terrícolas, al menos dos compromisos: primero, la lectura juiciosa y bien hecha para poder saborear sus contenidos, dentro del malestar que produce la sindemia; segundo, más exigente que el primero, escribir sobre las prácticas para contarle a la profe rebelde y al mundo, como lo estamos haciendo, lo que está aconteciendo con la crisis. En el caso concreto de los docentes se trata de reflexionar sobre las prácticas pedagógicas y sistematizar esas reflexiones para hacer pedagogía, porque es bien sabido que se hace pedagogía cuando se reflexiona sobre la educación dentro y fuera de la escuela.
Leer y escribir, entonces, es un buen remedio en toda época. Isabel Allende lo ratifica: «escribir ha sido mi salvación en las épocas trágicas de mi vida y mi manera de celebrar en las épocas alegres» (Allende, 2009, p. 43); es decir, en lo que no es infierno, en medio del infierno. Las cuarenta cartas de Esperanza (González y González, 2021) son apenas una idea para que el lector saque siquiera dos, con la ayuda de las fuentes referidas, pero también son una contribución al movimiento de la escuela y la cultura en la voz de una maestra rebelde que hace suyo el sentir de un escritor colombiano en tanto que: «en nosotros los latinoamericanos escribir es casi un deber cívico y político en el mejor sentido de estas palabras» (Mejía Vallejo, 1985, p. 3). Hay que escribir, tal vez por un lejano instinto de conservación, solidaridad, comunicación o por el vanidoso temor de uno esfumarse, argüía el escritor al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional.
Pedagogía y didácticas de las cartas
Cartas de Esperanza es una propuesta terapéutica que le apuesta a la bioseguridad y a la psicoseguridad, basada en narrativas, haciendo resonancia de las voces de literatos e ingeniada por un grupo de maestros y docentes orientadores bogotanos en ejercicio, agrupados en el equipo Caja de Pandora, con formación disciplinar en psicología, trabajo social y psicopedagogía. Lo terapéutico, dentro del discurso del capitalismo cognitivo, y al interior de algunas posturas de la psicología y de la pedagogía, no se puede pronunciar porque causa urticaria en el gremio, tal vez por ignorancia, comodidad, condicionados por la ley, o tal vez a causa de creer que el educador cura, desconociendo que es el medio sano oxigenado con libertad y amor el que en realidad cura casi todos los problemas del estudiante. La experiencia pedagógica de Summehill nos enseñó que: «es el ambiente el que los cura, porque el ambiente es el que infunde confianza, seguridad, simpatía sin reproches y sin juicios» (Neill, 1994, p. 231). Pero más allá de curar los trastornos, el ambiente preparaba a los niños para una vida adulta más feliz, más plena y duradera. En ese sentido, la verdadera misión del magisterio es la de «educar a las nuevas generaciones de tal manera que no requieran de cura alguna» (Neill, 1975, p. 6).
La rebeldía de Esperanza pasa por declarar que el maestro, el sacerdote, el trabajador social, el médico, el psicólogo y hasta el chamán son terapeutas; incluso hay quienes se atreven a concebir al «Educador como psicoterapeuta» (Posada, 1987, p. 91ss); de una parte, porque el educador antes que trasmitir conocimientos e incentivar destrezas coadyuva en formar actitudes en sus formados; es modelo y facilitador de experiencias significativas que conducen a la adquisición de esas actitudes. Es un oficio del lazo como lo afirma Graciela Frigerio al referirse al trabajo de médicos, trabajadores sociales, terapeutas, educadores y personas que se dedican al cuidado del otro. La educación, en esta perspectiva, deja de ser trasmisión y sumisión, pasando a ser liberación. En este encuentro del educador y el estudiante fluye una pulsión interior entre dos estados: «el adulto conocedor-niño ignorante», lógica en la cual «el buen maestro estimulará en cada educando al adulto conocedor, tal como el buen médico despierta el factor curativo interno en el paciente» (Guggenbhul-Craig, 1992, p. 100).
Así, el educador, al ser ejemplo para el estudiante, suscita conocimientos y actitudes ante la vida, las personas, la naturaleza y, a través de este proceso, puede corregir gradualmente acciones que admite no son satisfactorias en su vida personal y en el proceso educativo. De esta compostura se desprende, para quienes subscriben al «Educador como psicoterapeuta», que el «educador que quiera ejercer una función terapéutica en el educando, deba vivir las actitudes positivas que quiere ver reflejadas en el educando» (Posada, 1987, p. 94), pues «nadie da de lo que no tiene» y la actitud se forma en cada momento de la vida. De otra parte, quienes rubrican al «Educador como psicoterapeuta» sustentan que el educador no es «el obrero que coloca ladrillo sobre ladrillo en el edificio del educando, o el escultor que modela la estatua del mismo, sino el agricultor que cuida la semilla, la riega, la abona… pero sabiendo que la energía principal del crecimiento radica en ella y no en su cuidador» (Posada, 1987, p. 92). En el discurso de Rogers, si el educador aguija al estudiante a comprender «la visión de la manera como se ve a sí mismo, él mismo puede hacer el resto»4 escuchándose así mismo, rompiendo la fobia a estar solo.
¿Por qué las cartas?
Las cartas son motivo de estudio en el género epistolar y hacen parte de la tradición comunicativa de la humanidad. Además, su estructura es sencilla: emisor, mensaje, destinatario y medios. El lector interpreta, pasa de los signos gráficos al significado de los pensamientos indicados por los signos, pone en interacción el lenguaje con el pensamiento y tiene la posibilidad de dirigirse al emisor para mantener corresponsabilidad, tal como lo registra la experiencia de las Cartas de Esperanza, al final del artículo.
Se puede ampliar lo expuesto aduciendo que la carta ha sido un medio de comunicación substancial en la historia de la humanidad. La Carta al padre de Kafka, Carta a un niño que no alcanzó a nacer de Oriana Fallaci, Cartas a quien pretende enseñar de Paulo Freire. Las cartas de amor de: Beethoven, Neruda, Frida, Lenón, Hemingway, Einstein, otros, y la famosa carta de Fidel Castro al presidente Roosevelt, a la edad de 12 años, pidiéndole un billete verde de diez dólares; las cartas en papel esquela que cruzaban otrora los adolescentes en la vida escolar, las cartas de Freud, Gramsci, en fin, innumerables cartas privadas, públicas, abiertas, doctrinales, científicas, poéticas. Todo para advertir que no es un acontecimiento extraño sino común en el proceso educativo.
¿A quiénes están dirigidas las cartas?
Los destinatarios son estudiantes de todos los ciclos escolares, padres de familia, niñas, niños, adolescentes, adultos y educadores que se hallan asilados para prevenir la adquisición del SARS-CoV-2, para abocar la sindemia en la cotidianidad y también para después de la crisis. Ahora, inmiscuyámonos en el estilo y en el valor terapéutico de esas narrativas, enfatizando que lo terapéutico no refiere a la clínica ni a la psicopatología, sino más bien a la autogénesis, a lo propedéutico. Se parte entonces de reconocer que es sana la persona que es capaz de narrar su propia historia. Que un buen educador es un gran narrador, como lo indicaba el autor de Las cenizas de Ángela (McCourt, 2011). Que narrar es una forma de enseñar y enseñar es «sacar del coma a una sarta de golondrinas estrelladas» (Pennac, 2009, p. 170). ¿Y cuál es el papel de quien narra, incluido el niño como narrador? Retomando a Allende (2009) es interpretar sueños, desenterrar secretos y preservar historias. Pero hoy quien narra no lo hace sentado como otrora bajo el tenderete en la plaza de mercado, ambicionando hipnotizar a los oyentes con sus palabras. Actualmente, quien narra escribe, porque la escritura intenta dar voz a quienes no la tienen o han sido silenciados, la palabra es el soporte de la esperanza. Las cartas de la profesora rebelde narran, enseñan e intentan dar voz a las familias, a la niñez y juventud, aislados arbitrariamente del aula de clase por orden de los gobernantes.
Castro Saavedra decía que «de palabra en palabra, los ojos de los niños y niñas pueden llegar al mar y conocer las islas; pueden cruzar las cordilleras y conocer los ríos que viven en los mapas, apenas dibujados, apenas señalados con líneas de colores» (como se citó en Baquero et al., 1990, p. 499). Con las palabras los niños y sus familias pueden llegar a comprender, como se reveló, que algo tan grande como una sindemia brota de lo pequeño, que lo grande surge de la fuerza de la miniatura. Pero también lograron los estudiantes —como lo materializan en sus relatos escritos y pódcast— asociar los procesos de lectura y escritura con el modus operante del SARS-CoV-2 en el cuerpo humano y animales.
«El virus entra en contacto con la célula, hace que ella lea algo y repita aquello que lee y, además, que le copie muchas veces, y finalmente se destruya por lo que ha leído y repetido» (Sanín, 2020, p. 406). Esta versión, en la jerigonza de la ciencia experimental, es muy difícil de comprender, pero en la analogía —como lo escribe Beuchot— tenemos espacio suficiente para interpretar lo científico y lo poético, respetando su especificidad, de tal manera que lo científico pueda interpretarse poéticamente y lo poético científicamente (Beuchot, 2018, p. 54).
¿Cómo construye las cartas la profe rebelde?
Esperanza parte del hecho de que no puede haber un educador que no haya leído: Cien años de soledad, Ensayo sobre la ceguera, El Quijote de la Mancha, El Amor en los tiempos del cólera, La odisea, El principito y La peste, entre otros clásicos de la literatura que aluden a adversidades.
Sobre este presupuesto, la profe Esperanza pregunta: «¿Para qué leímos?» y a la vez apunta: «es probable que en su momento fueron lecturas obligatorias y eso pudo generar animadversión y proyección para la vida». Pero, a su vez, la profe ve un tesoro que se puede desenterrar de la memoria, una riqueza cultural subutilizada, muy pujante en el tiempo de la crisis sanitaria, toda vez que la generación de padres de familia y estudiantes no son ajenos a estos relatos y experiencias.
Los cuarenta hilos que tupen el tapiz del telar denominado Cartas de la profe Esperanza (González y González, 2021) son los textos que la profe rebelde les escribió a los estudiantes y sus familias en la sindemia y se encargan del manejo de sus emociones desde la literatura. Las cartas aquí citadas, así como los 31 restantes, están disponibles en el blog: https://joseisrael.com/. Cada carta aborda situaciones por las que atraviesan los escolares y sus familias, para leer esas situaciones, por parte de estos agentes sociales, para modular y transformar las tensiones y salir del «punto cero de la desesperanza» (Zizek, 2018, p. 11), para lo cual la narrativa cotidiana y literaria son antídoto. Pero las cartas no se quedan en los destinatarios, son contestadas. Sobre ese par de hilos que soltamos como gusanos de seda irrumpimos enseguida.
Primera carta. A cuidarnos y ayudar a cuidar (González y González, 2021)
Hola, niña, niño, joven; hola, mamá, papá.
Soy la profe Esperanza. He estado pensando mucho en cada uno de ustedes y en algunos momentos del día me pongo a imaginar cómo transcurren los minutos, las horas, los días de cuarentena para mis estudiantes y sus familias que, a decir verdad, por ahora no es una cuarentena sino una veintena de días. Es un tiempo muy corto si lo relacionamos con una centena de días, con medio año, o con un año de aislamiento social. Eso en el tiempo... En el espacio podríamos imaginarnos un viaje de Bogotá a Ibagué, un viaje para el cual necesitamos cerca de 6 horas montados en un bus, a la velocidad permitida y haciendo las paradas reglamentarias. —¡Uf, seis horas es mucho tiempo profe!, me dirá cualquiera de ustedes, pero en verdad es poco si lo comparamos con un viaje a Cartagena, en el que requerimos cuatro veces más tiempo, es decir, un día completo, o un viaje a Quito (Ecuador), o a Santiago de Chile en bus.
Y ahora que hablo de días viene a mi memoria uno de los relatos de El Principito, ¿si se acuerdan de este inquieto personaje que decía que «lo esencial es invisible a los ojos»? ¿O sea que la esencia de lo material y de lo mental no lo pueden ver nuestros ojos? Lo dejo ahí para que lo piensen y dialoguen como familia, porque lo que quiero decir, volviendo al viaje a Ibagué, la ciudad musical, y a Cartagena, la ciudad heroica, es que El Principito decía que él pertenecía al quinto planeta «el planeta raro y pequeño, donde solamente se pueden alojar el farol y el farolero, donde cada minuto nace un día y donde se presentan mil cuatrocientas cuarenta puestas al sol al día». Nosotras y nosotros somos terrícolas, pertenecemos a un planeta hermoso que tiene alrededor de 7500 millones de habitantes, de los cuales Colombia aporta apenas el 1,5 % de ese universo poblacional. Acá, en nuestro territorio, los días son de 24 horas, 60 minutos componen una hora y no 1440 puestas al sol o días como en el planeta raro de El Principito. Si viviéramos en el planeta raro donde mora El Principito, la cuarentena o los 19 días de aislamiento social equivaldrían a 16 360 días, es decir que más de 44 años y medio de nuestra existencia la pasaríamos encerrados para evitar el contagio con el Coronavirus. Afortunadamente son apenas 19 días, eso sí, acatando las recomendaciones que nos hacen, porque si no cumplimos entonces ahí si no será veintena, sino cuarentena, es decir, el doble de tiempo.
Como lo pueden percibir, el asunto no es tan complicado, se requiere voluntad para hacerlo, «querer es poder» dicen muchas personas. Si queremos todo nos saldrá bien: volveremos a la escuela y al colegio, nos saludaremos con las palmas de las manos y con el puño como hace unas semanas, los abrazos volverán a ser nuestra expresión física de afecto, las actividades laborales y escolares retornarán a su cotidianidad, las personas mayores dejarán de estar en riesgo de muerte, seguiremos hidratándonos, cuidando nuestra salud y, sobre todo, valorando nuestra vida y la de las demás personas, las plantas, los animales, la naturaleza y todas aquellas cosas que nos parecían insignificantes como lavarnos las manos bien.
Como lo verán en algunas de las cartas que les estaré enviando, esta no es la primera vez que a la humanidad le ocurre esta situación de endemia, tampoco será la última, de ahí la importancia de valorar esta experiencia. Ojalá escribirla para que cuando vuelva a ocurrir le contemos a la gente cómo la afrontamos. Nosotros no lo sabemos, estamos aprendiendo de los demás países y también de la historia. Sin duda, es la primera vez que a nuestra generación nos pasa una situación tan grave y dolorosa en la que, si no nos cuidamos y no ayudamos a cuidar a los demás, muchos serán los muertos y los enfermos. La historia de otras pandemias así lo registra.
Con mucho cariño, su profe Esperanza.
Para ampliar el mensaje sobre El principito pueden buscar el libro en internet o impreso así: Saint-Exupery, A. El principito.
Segunda carta. Potenciando el amor modulamos el miedo (González y González, 2021)
Recordados estudiantes y padres de familia.
Hoy, a través de esta carta, quiero invitarlos a que hagamos el viaje familiar por la sindemia del Coronavirus. «¿Un viaje, profe?» Sí, un viaje. «Perdón, ¿estás loca?» Tanto como loca no me siento, aunque sí me valgo de una frase que circula por ahí en la que se lee que la locura es hacer siempre lo mismo esperando algo distinto. Precisamente yo les propongo hacer algo distinto para que obtengamos resultados distintos. Pero déjenme decirles algo sobre la locura, episodio que puede afectar a varias personas en la sindemia por falta de control emocional.
Mario Benedetti, recordado escritor uruguayo, cuenta que alguna vez se reunieron, en algún lugar de la tierra, todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Entre otros asistieron: el aburrimiento, la intriga, la curiosidad, la duda, la euforia, el entusiasmo, la apatía, la verdad, la soberbia, la cobardía, la pereza, la envidia, el triunfo, la generosidad, la timidez, la belleza, la fe, la libertad, la voluptuosidad, el egoísmo, la mentira, la pasión, el deseo, el olvido y, por supuesto, el amor. Estando todos juntos llegó un personaje (adivinen cómo se llama) y como los vio un poco desorganizados les propuso que jugaran a las escondidas. Como ustedes en algún momento han jugado a las escondidas no me detengo a explicarles el juego. Lo cierto es que los sentimientos aceptaron jugar y comenzaron a esconderse y a no dejarse encontrar para no pagar la penitencia. Uno de los sentimientos se escondió debajo de un rosal tan bien escondido que el personaje, cuyo nombre ya deben saber, movió fuertemente las ramas, tan fuerte que con las espinas hirió los ojos de ese sentimiento que estaba ahí escondido.
El personaje, al ver al sentimiento herido, se afanó, no hallaba qué hacer, lloró, le pidió perdón y hasta se ofreció a ser su lazarillo. Desde que ocurrió ese accidente, hemos escuchado dos adagios populares: «Después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga» y «el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña».
Por echarles el cuento de Benedetti se me alargó la carta y todavía me quedan dos asuntos pendientes para completarla. El primero es que cada persona que haya escuchado el contenido de mi carta debe adivinar en qué orden se escondieron los sentimientos que se reunieron, escribirlo en un cuaderno y luego entre todos los miembros de la familia, con las manos bien bañadas, manteniendo la distancia y evitando toser, estornudar y expulsar saliva, compartir las respuestas. Uno de los participantes puede coger una hoja, rayarla en columnas (nombres de personas) y en filas (sentimientos) para ir consignando y encontrando coincidencias. Finalizado este ejercicio, pueden ir a donde el profe Google y escribir: «La locura, Mario Benedetti» y le dan clic. Una vez encontrado el texto alguien lo lee y cada cual sobre su cuaderno va corrigiendo. Finalmente, despejan la incógnita sobre quién era el personaje y cuál fue el sentimiento herido.
Recordados estudiantes y padres de familia, como se han podido dar cuenta, ya hicimos nuestro primer viaje imaginario por el sembradío de los sentimientos. Ya los identificamos, y de lo que se trata ahora es de escoger cuáles me sirven para afrontar la sindemia y de cuáles me debo sustraer. Guarde el cuaderno con la lista y cada día póngalos a jugar, eso sí, cuidando de no herir a nadie ni física ni emocional ni psicológicamente. La sindemia nos convoca al cuidado de unos con otros, de unas con otras y de cada una y cada uno.
Espero que hayan disfrutado el viaje por el sembradío de los sentimientos y que todos los días nutran a los buenos sentimientos y debiliten a aquellos que nos causan daño a nosotros y a los demás.
Amorosamente, la profe Esperanza.
Para ampliar el contenido de la carta recuerden leer en Google El amor y la locura de Mario Benedetti.
Los estudiantes: de receptores a emisores
En el trabajo sistemático de la profe María del Pilar Herrera, del colegio Floridablanca de Bogotá, se hallan cientos de relatos, dibujos, grabaciones, pódcast y manuscritos que evidencian la actitud de los estudiantes a las provocaciones de Esperanza. Esta acción didáctica/pedagógica ha detonado el conocimiento de las ciencias sociales (historias familiares), literatura (intercambio epistolar, implica leer y escribir), Arte (dibujos, cine, radiolatos), Ciencias Naturales (biocuidado y recomendaciones), Ética (trabajo colectivo por el cuidado, emociones y sentimientos), Filosofía (preguntas y reflexiones por la muerte), la Economía y la Tecnología. Escudriñemos algunas voces para hacer una escucha activa y percibir las manifestaciones socioculturales y psicológicas de los estudiantes. Desde esta óptica, los relatos coadyuvan al docente a comprender algunas condiciones psicosociales y de psicoseguridad en las que han estado inmersos los niños y la familia, durante el «Aprendizaje en casa». Los siguientes son textos que conservan su originalidad, pero cambian el nombre del estudiante.
Florinda
Hola Profe. ¿primero que todo quisiera saber cómo está?, como está su familia?, ojalá espero, todo este bien, en segundo quiero contarle que tratamos de buscar el libro y no ha sido posible, bueno lo seguiremos buscando, mi mamá me dice que es muy bonito, yo no lo había querido leer nunca, pero ante la insistencia de mi mamá y su sugerencia creo que le daré una oportunidad.
Le cuento profe que esta situación no ha sido nada fácil, los días son muyyyy largos, y aunque me distraigo con las tareas, a veces dejan tantas que ahhh… Dan ganas de no hacerlas, pero al final me levanto y me pongo a la tarea, por que se que esa es la mejor manera de tener la mente ocupada y no pensar tanta bobada, hay días buenos, otros no tanto, hay noches que casi no puedo dormir pienso en que pasara si no salimos de ésta... o en lo que mi mamá estará pensando, a veces ella se deprime mucho, el estar acá encerrada sin trabajar y ver que los ahorros se empiezan a acabar la pone muy mal, pero ella se aferra a mí y las dos nos damos un abrazo y nos reímos, nos secamos las lagrimas y ya, pa’lante porque para atrás asustan como dice ella, mi papá es el que nos hace reír, el trata por todos los medios que estemos bien y de mejor animo posible porque dice que estar mal baja las defensas y eso hace que nos enfermemos y que en este momento no nos podemos dar el lujo de eso, porque no podemos ir a un hospital porque allá hay mucho virus … eso dice el y yo le creo… siempre le he creído, ellos me cuidan mucho porque yo tengo una condición especial y puedo llegar a ser muy susceptible al virus… nací prematura extrema y tuve ventilación asistida recién nacida, eso hace que tenga que cuidarme un poco más, por esta razón ellos están muy pendientes de mí.
Extraño a los pocos amigos que tengo, a los profes mucho, a algunos mas que otros, pero me hacen falta, no sé a veces uno no sabe que es mejor, estar allá que estar encerrado, y no lo digo por mi familia sino por el hecho de estar sin poder salir y sin poder reírme con ellos, hablo con ellos por chat casi todos los días, del colegio, de los trabajos, de ustedes, nos mandamos bobadas, memes, chistes y demás cosas locas, y aunque nos reímos, me hace falta verlos, algún día cuando todo esto pase y podamos volver a darnos un gran abrazo y podamos volver a saludarnos con un gran apretón de manos y un beso infinito sabremos que somos inseparables y nada importara más que una risa, un gesto un ¡hola ¡ desde el corazón, para saber que estaremos unidos por un pequeño y diminuto bichito pero que es tan grande que nos hizo alejarnos de muchas de las cosas que más nos gustaba hacer …. CORONAVIRUS…
Profe, Con esto me despido, que Dios la bendiga, igual que a su familia… en otra carta le escribiré acerca de más cosas… hacen falta tantas… Un abrazo y cuídese mucho, con cariño.
Javier
Cuando empezó la cuarentena, al principio no creía que habían cerrado las clases pero cuando vi en las noticias que no había clases, yo dije estas son nuestras vacaciones entonces me pensaba a ir a mis abuelos pero cuando me quería ir dijeron que hay cuarentena y en ese momento yo dije voy a tenér una pereza no tengo nada que hacer luego me dijeron que iban a dejar trabajos por la página y dije ojalá los trabajos no sean tan largos para tener al menos descanso pero casi toda la semana trabajos me ha dolido la cabeza y la espalda y me siento aburrido, prefiero ir al colegio que quedarme a hacer trabajos en la casa.
July
Mi experiencia desde los inicios de la cuarentena no esta tan mal, ya que prácticamente todas las mañanas antes de ir al colegio eran así, con la excepción que mis padres están siempre aquí y tengo más trabajos de lo normal y tengo más tiempo de hacerlos todo el día en cualquier lugar de mi casa, la inconformidad más grande que tengo es que los trabajos dejados en la página del colegio son algo largos y artos y con poco plazo de entrega, lo que más me gusto es que no es necesario que salgamos a hacer mandados si no que antes de la cuarentena mis padres habían comprado todo lo más necesario para estar en la casa encerrados, otra cosa es que tengo un hermano, y como es normal siempre hay peleas, y como lo dice mi mamá somos como perros y gatos peleando y como vamos a estar encerrados diecinueve días juntos (o tal vez mas) la casa se volverá un desastre, por otra parte a mi mamá le deben dos quincena y tal vez no le vuelvan a pagar no podremos comprar más cosas pero al menos a mí papá ya le pagaron pero nos serviría mucho el bono de los refrigerios.
Para finalizar la tejeduría dejamos en el telar de la cultura citadina y escolar varios hilos entrecruzados, para que con ellos los lectores puedan entrecruzar el tejido y así sigamos ensanchando un hermoso tapiz, una tela inolvidable de lo que ha sido la sindemia, que aún estamos sobreviviendo. ¡Soltemos más hilo, como gusanos de seda, para seguir tejiendo la existencia, porque, como decía Sábato: «el ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer» (Sábato, 2000, p. 130).
Referencias
Bachelard, G. (2000). La poética del espacio. Fondo de Cultura Económica.
Baquero, M., Cañón, N. y Parra, O. (1990). Literatura infantil: Didáctica. Universidad Santo Tomás.
Beuchot, M. (2018). Lecciones de hermeneútica analógica. Universidad Nacional Autónoma de México.
Caja de Pandora. (2021). La Caja de Pandora: entre signos de puntuación y síntomas de malestar. En Secretaría de Educación de Bogotá D. C. (Ed.), Pandemia y escuela en Bogotá. Crónicas de maestras y maestros (pp. 244–
273). Bogotá D. C.
Calvino, I. (1999). Las ciudades invisibles. El Mundo Unidad Editorial.
Carrol, L. (1999). Alicia en el País de las Maravillas. Educar cultural recreativa.
Faciolince, H. (1997). Tratado de culinaria para mujeres tristes (1.a ed.). Alfaguara.
Fonegra, I. (1999). De cara a la muerte. Intermedio editores.
Freire, P. (1992). Pedagogía de la Esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido. Paz e terra.
García, G. (1985). El amor en los tiempos del cólera.
González Ávila, M. P. (2015). Conflicto, postconflicto y «desconflictivización» de la escuela colombiana. Códice Ltda.
González, M. P. y González, J. I. (2021). Cartas de la Profe Esperanza. Kindle.
Guggenbhul-Craig, A. (1992). Poder y Destructividad en Psicoterapia. Monte Avila Editores.
McCourt, F. (2011). Las cenizas de Ángela (A. Pareja, Trans.) Maeva. (Trabajo original publicado en 1996).
Mejía Vallejo, M. (1985). Escribo por instinto de conservación. Revista de la Universidad Nacional (1944 - 1992), 1(3), 3–4. https://revistas.unal.edu.co/index.php/revistaun/article/view/11739
Monterroso, A. (1982). Lo demás es silencio. Seix Barral.
Neill, A. S. (1975). Padres problema y los problemas de los padres. Editores Mexicanos Unidos.
Neill, A. S. (1994). Summerhill. Fondo de Cultura Económica.
Paz, O. (1993). El laberinto de la soledad. Fondo de Cultuta Económica.
Pennac, D. (2009). Mal de escuela. Random House Mondadori.
Pigem, J. (2018). Ángeles o robots. Fragmenta editorial.
Posada, R. (1987). Terapia a su alcance. Ediciones Paulinas.
Rivas, M. (2018). El lápiz del carpintero. Alfaguara.
Sabato, E. (2000). La resistencia. Seix Barral.
Sanín, C. (2020). Pasar fijándose. Penguin Random House.
Zizek, S. (2018). El coraje de la desesperanza. Anagrama.
APA
ACM
ACS
ABNT
Chicago
Harvard
IEEE
MLA
Turabian
Vancouver
Descargar cita
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0.
A partir de la edición No. 46 del año 2024 hacia adelante, se cambia la Licencia Creative Commons “Atribución—No Comercial – Sin Obra Derivada” a la siguiente:
Atribución - No Comercial – Compartir igual: esta licencia permite a otros distribuir, remezclar, retocar, y crear a partir de tu obra de modo no comercial, siempre y cuando te den crédito y licencien sus nuevas creaciones bajo las mismas condiciones.