La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia Culture Without Hate: A Bet from the New School Youth of Ciudad Bolivar, Bogota, Colombia in the Context of Pandemic

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Orlando Carrillo-Pachón
Claudia del Pilar Vélez de la Calle

Resumen

La cultura sin odio ha sido una de las categorías emergentes que aparecen en el proceso investigativo, mostrando cómo los jóvenes, a pesar de estar incrustados en una sociedad tradicionalmente violenta, manifiestan, en regla general, la necesidad de vivir en una sociedad pacífica, sin violencia. Los casos que aquí se abordan si bien no todos están directamente implicados en dichos acontecimientos, sí, ante el hecho de pertenecer a una generación joven entran en ese grupo de individuos al que se les crea un prejuicio desde la negación-criminalización e inmoralización del joven, utilizados para actuar de manera tal, que se justifica una política del odio, de la visión hacia la juventud como un peligro que puede desestabilizar las tradiciones y “buenas” costumbres adultistas-adultocéntricas. El documento se sustenta a partir de la experiencia investigativa de tipo cualitativo con la estrategia metodológica narrativa que se llevo a cabo con un grupo de 37 jóvenes que con sus consentimientos informados y bajo algunos seudónimos pudieron manifestar sus opiniones acerca de diversos temas, como el de las violencias y la paz de su contexto. Estas son algunas de las reflexiones que se han originado a partir de dicho estudio.

The culture without hate has been one of the emerging categories that appear in the research process, showing how young people, despite being embedded in a traditionally violent society, express, as a general rule, the need to live in a peaceful society, without violence. The cases discussed here, although not all of them are directly involved in these events, do, by the fact of belonging to a young generation, belong to that group of individuals to whom a prejudice is created from the immoralization of youth, which has served, moreover, to act in a way that justifies a policy of hatred, of the vision of youth as a danger that can destabilize the traditions and "good" adult-adult-centric customs. The document is based on a qualitative research experience with the narrative methodological strategy with a group of 37 young people who, with their informed consent and under some pseudonyms, were able to express their opinions on various topics, such as violence and peace in their context. These are some of the reflections that have originated from this study.

Palabras clave:
jóvenes escolarizados, sentido de vida, cultura sin odio, cultura de odio
youth in school, sense of life, culture without hate, culture of hate

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Recibido: 22 de agosto de 2022; Aceptado: 30 de enero de 2023

Resumen

La cultura sin odio ha sido una de las categorías emergentes que aparecen en el proceso investigativo, mostrando cómo los jóvenes, a pesar de estar incrustados en una sociedad tradicionalmente violenta, manifiestan, en regla general, la necesidad de vivir en una sociedad pacífica, sin violencia. Los casos que aquí se abordan si bien no todos están directamente implicados en dichos acontecimientos, sí, ante el hecho de pertenecer a una generación joven entran en ese grupo de individuos al que se les crea un prejuicio desde la negación-criminalización e inmoralización del joven, utilizados para actuar de manera tal, que se justifica una política del odio, de la visión hacia la juventud como un peligro que puede desestabilizar las tradiciones y “buenas” costumbres adultistas-adultocéntricas4. El documento se sustenta a partir de la experiencia investigativa de tipo cualitativo con la estrategia metodológica narrativa que se llevo a cabo con un grupo de 37 jóvenes que con sus consentimientos informados y bajo algunos seudónimos pudieron manifestar sus opiniones acerca de diversos temas, como el de las violencias y la paz de su contexto. Estas son algunas de las reflexiones que se han originado a partir de dicho estudio.

Palabras clave:

jóvenes escolarizados, sentido de vida, cultura sin odio, cultura de odio..

Abstract

The culture without hate has been one of the emerging categories that appear in the research process, showing how young people, despite being embedded in a traditionally violent society, express, as a general rule, the need to live in a peaceful society, without violence. The cases discussed here, although not all of them are directly involved in these events, do, by the fact of belonging to a young generation, belong to that group of individuals to whom a prejudice is created from the immoralization of youth, which has served, moreover, to act in a way that justifies a policy of hatred, of the vision of youth as a danger that can destabilize the traditions and "good" adult-adult-centric customs. The document is based on a qualitative research experience with the narrative methodological strategy with a group of 37 young people who, with their informed consent and under some pseudonyms, were able to express their opinions on various topics, such as violence and peace in their context. These are some of the reflections that have originated from this study.

Keywords:

youth in school, sense of life, culture without hate, culture of hate..

Resumo

A cultura sem ódio tem sido uma das categorias emergentes no processo de pesquisa, mostrando como os jovens, apesar de estarem inseridos em uma sociedade tradicionalmente violenta, expressam, como regra geral, a necessidade de viver em uma sociedade pacífica, sem violência. Os casos aqui tratados, embora nem todos estejam diretamente envolvidos nesses acontecimentos, acabam sendo influenciados, pois pertencem a uma geração jovem, a esse grupo de indivíduos ao qual criou-se-lhe um preconceito a partir da imoralização da juventude, o que também tem servido para agir de forma a justificar uma política de ódio, da visão da juventude como um perigo que pode desestabilizar as tradições e os "bons" costumes centrados no adulto. O documento é baseado em uma experiência de pesquisa qualitativa utilizando uma estratégia metodológica narrativa com um grupo de 37 jovens que, com seu consentimento informado e sob alguns pseudônimos, puderam expressar suas opiniões a respeito de vários tópicos, tais como violência e paz de seu contexto. Estas são algumas das reflexões que surgiram a partir deste estudo.

Palavras-chave:

jovens na escola, sentido da vida, cultura sem ódio, cultura do ódio..

Introducción

No es una moda, ni tampoco debe serlo. La paz ha entrado de lleno como vocablo protagónico de las últimas épocas al diccionario de la vida colombiana. No es para menos, en Colombia, un deseo por mucho tiempo frustrado, fue que la violencia desapareciera del paisaje de la nación y se visualizara o proyectara una era de paz y sosiego entre todos los actores incrustados en las diferentes violencias que campeaban y campean sin ninguna barrera legal por los campos y ciudades colombianas. La escuela deberá estar insertada en ese magno proyecto de la pacificación y la búsqueda de la convivencia pacífica si se quiere proyectar un país pacífico a mediano y largo plazo, no tenerla en cuenta es, condenarlo a ciencia cierta, a seguir reproduciendo, manteniendo al país en estado de constante guerra interna y fratricida.

Más allá de las violencias políticas, económicas y simbólicas, la violencia escolar, parte de una estructura de violencia mayor; sin embargo, en buena parte de la población escolar, existe una especie de resistencia política encaminada a romper con esa violencia tradicional. En el abordaje de un grupo de jóvenes escolarizados de la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá, desde su singularidad, se ha logrado encontrar en sus narrativas y discursos nuevas comprensiones del mundo en un tiempo y espacio, que según Clandinin (2013) redundan en el “vivir, contar, recontar y revivir” (p.21) en contraposición a las estructuras hegemónicas de poder que los han invisibilizado; posturas que aúpan a una sociedad pacífica en dicho territorio, que, históricamente, ha sido golpeada por todo tipo de crisis económicas, sociales y políticas en un pasado, en un presente y en un futuro incierto (Ricoeur, 2002; Siciliani, 2014).

Las violencias contra los jóvenes proceden de diversas fuentes como la familia, la sociedad y la escuela. Es tan estructural dicho fenómeno en los territorios, que se ha normalizado por parte de sus agentes; por lo tanto, no es extraño ver un acto violento dentro de las acciones cotidianas de la ciudadanía y la población en general. Ejercer violencia es parte de ese paisaje natural de la vida, así que en muchos ciudadanos no presenta el escándalo que conlleve a la absoluta y contundente reprobación social. La normalización es producto de la cotidianización donde nadie ha visto ni dice nada, donde la cultura del odio se ha convertido en un instrumento de poder para informar y deformar una realidad (Majfud, 2006) y que intenta “deshumanizar a todos aquellos que son diferentes a la mayoría” (Cantizani y España, 2018, p.48) a rechazar lo extraño con sentimientos hostiles. No hacer nada contra la violencia es el diagnóstico de que algo muy grave está ocurriendo en toda la sociedad colombiana.

Los jóvenes escolarizados, cuyas voces se visibilizan en este documento, han sido también víctimas de la cultura del odio, de la violencia, de la segregación y la discriminación, una categoría investigativa del nuevo siglo en las reflexiones de D´Aloisio (2017) que debe abordarse por los procesos de socialización, crecimiento intelectual y construcción de identidades que trae. El maltrato físico, moral, psicológico, las violencias simbólicas emergen de esas voces, no como el acto violento en sí, sino, como las que se levantan contra esas manifestaciones lesivas y que invitan a la reflexión de las ciudadanías.

Cabe resaltar que la presente investigación es de carácter cualitativo, que permitió acercarse a la realidad de los sujetos (Denzin y Lincoln, 2011) y cuyas fuentes de recolección de información fueron los talleres de sentido de vida de carácter socioeducativo, exploratorios, interactivos y reflexivos que desde Ghiso (1999) se establecen como dispositivos: “para hacer ver, hacer hablar, hacer recuperar, para hacer recrear, para hacer análisis -o sea hacer visible e invisible elementos, relaciones y saberes-. para hacer deconstrucciones y construcciones” (p.142); se convierten en formas de capturar relatos, historias de vida y otras narrativas (Harper, 2015) de jóvenes escolarizados que actúan como informantes, que fueron reportadas en una matriz de vaciado y que en su análisis se convirtió en ejercicio hermenéutico intersubjetivo con el investigador y los teóricos (Chase, 2015)

Los jóvenes escolarizados que pertenecen a instituciones de educación pública en la localidad de Ciudad Bolívar (Bogotá, Colombia) que oscilan entre 14 y 20 años, pertenecientes a los estratos 1 y 2, inmersos en una emergencia sanitaria provocada por la pandemia de la COVID-19 y en marchas de protesta social que los visibilizan nuevamente en el panorama local, distrital y nacional, una lucha de muchas (Gómez, 2014). Contraria a su naturaleza inquisitiva de futuro en la tierra, la pandemia les reduce a lo más simple de la esfera de la vida, a respirar y a esperar que el tiempo de encierro, lento y parsimonioso, pasase para retomar la vida en su normalidad. Lo anterior llevó a denotar:

Una marcada crisis de sentido de vida en las nuevas generaciones y pone en evidencia nuevos desafíos y retos al Estado y la escuela para que en conjunto se mitiguen todos los factores de riesgo desde la familia con políticas sociales que alimentará la equidad y la igualdad de la sociedad (Carrillo, 2022, p.40).

Jóvenes, una población desprestigiada

El concepto de joven ha sido una categoría emergente polisémica de construcción social y de manipulación biológica, aunque también, no es más que una simple palabra que se utiliza para intereses de todo tipo, pues, de acuerdo con la estipulación de cada edad y su puja con otras, se imponen límites “apropiados” a cada una de ellas (Bourdieu, 1990); en otras palabras se aborda desde múltiples subjetividades en el tiempo y producto del conflicto entre generaciones (jóvenes y adultos) por el poder y el conocimiento tal como lo refería Maffesoli (1988), Feixa (1998), Reguillo (2000), Alvarado et al. (2009) y Barbero (2017) que denotan una invisibilidad de esta población en la investigación de los fenómenos sociales, estableciendo en ella estigmatización, discriminación y marginalidad en la sociedad.

Una juventud, que en palabras de Criado (1998 ) no debe enmarcarse en un núcleo común ante las singularidades presentadas en ellos, aunque en las últimas décadas se ha convertido en una fuerte apuesta política y transformadora.

La juventud es una etapa de la vida: “que busca emanciparse, liberarse de la madre que lo ata” (Carrillo, 2022, p. 98); unas juventudes aisladas del proceso de decisión de quienes gobiernan a la nación se han enfrentado históricamente al poder establecido, convirtiéndola en clave de la sociedad, en ello se concuerda con Martín (2007), la necesidad de un enemigo necesario para justificar la guerra, confluye y coincide con la necesidad de la teoría del enemigo interno que aquellos que detentan el poder, les urge, para sus fines diversos (Eco, 2011; Carrillo, 2022). La estrategia es desprestigiar la lucha social de los jóvenes, presentarlos ante la ciudadanía como individuos reprochables en sus actos, generando narrativas que alimentan la desaprobación y el odio de aquellos que no están inmersos en las diversas luchas, con el objeto de justificar la represión, y no reconociendo, como ellos mismos esgrimen que: “no son el enemigo, sino, seres sujetos de derechos con múltiples posibilidades de acceso al conocimiento y al aprovechamiento de nuevos liderazgos” (Carrillo, 2022, p. 295).

Las campañas de desprestigio ayudan a minar la imagen de un grupo poblacional para luego justificar el uso de la violencia contra él, en casos demostrados por la historia, se encuentran ilustrados en la satanización de los cristianos primitivos dentro del Imperio Romano, lo que llevó a su persecución y martirio, al igual que con los judíos hicieron los nazis y con los liberales y comunistas en Colombia, en la violencia de los años 50 del s. XX, la casta y élite gobernante liberal-conservadora, o el paramilitarismo y las guerrillas contra sus opositores ideológicos en durante los últimos 50 años en Colombia. Los resultados que llevaron a genocidios son claros y evidentes. Han (2013) lo manifiesta: “la violencia de una lengua hiriente también remite, como la violencia física, a la negatividad, pues resulta di-famadora, des-acreditadora, de-nigradora, o des-atenta” (p.9).

En este orden de ideas, Díaz (2020) concibe que esta campaña de desprestigio es una “amenaza inaceptable no solo de la dignidad y la integridad humana, sino también a la libertad de expresión y participación política y ciudadana” (p. 19). Para lograr el éxito con dicha ideología del enemigo interno. Carrasco (2018) esgrime que:

Apenas son necesarias dos gotas del más destilado odio para lograr verter millones de lágrimas, sean estas de ira, envidia, dolor, sufrimiento o injusticia (…) que ha ido endureciendo poco a poco las almas y preparando el cuerpo para el ácido que habrá de recorrerlo, (…) Odiar requiere tiempo, requiere un objeto, una implicación con él y un objetivo. Nada queda inmune al odio, que todo lo traspasa y permea: una vez que se abre paso, todo lo corroe y contamina (párr. 1).

Los jóvenes escolarizados de donde emana este análisis parecieran encontrarse al margen de lo que se enuncia hasta acá. Una de las posibles razones es que, tal vez, no haya una mentalidad exageradamente politizada que los lleve a actuar de manera sectaria y dogmática. Algunos de los pocos casos de jóvenes sectarizados y con un alto grado de dogmatismo-fanatismo político, podrían ser reflejo de una visión que viene, o desde las politizaciones partidistas de sus familias, o desde sus propias experiencias partidistas juveniles.

Dentro del grupo de estudiantes escolarizados, una informante se atrevió a manifestar odio hacia dos personas: a Uribe, toda la gente que se ha llevado por delante, por su ambición a la plata o algo así, Sarmiento Ángulo igual; habrá que entender lo que para esta informante podría simbolizar esta dupla de colombianos; finalmente, el sentir odio es una decisión voluntaria e individual. En este caso, se evidencia una perspectiva política negativa en los jóvenes, un poco anclados al descontento que fue evidente en las protestas sociales desarrolladas en tiempos de pandemia. Estas disfuncionalidades políticas en el país generan un desarraigo de los jóvenes en la institucionalidad y poca confianza. Las protestas sociales demostraron la inconformidad de los jóvenes en relación con la manera como se cometen algunos atropellos contra ellos: abuso de autoridad, desapariciones de jóvenes, falta de oportunidades, la corrupción, la inseguridad, la desigualdad, el adultocentrismo en las políticas públicas y el acceso a la educación y el empleo.

Los jóvenes no altamente politizados o con desconocimiento de actividad política no logran dimensionar la crisis de valores que hay en la sociedad colombiana, e incluso, no alcanzan a reconocer que hay un enemigo interno artificialmente creado por el establecimiento, y menos, logran entender la necesidad de ese enemigo para mantenerse intacto en las esferas del poder. El Informe de la Comisión de la Verdad (2022) aborda este argumento y tiene como propósito crear en el objeto de ataque una serie de prejuicios convirtiéndose en: “la base de la persecución y exterminio físico, social y político” (p. 689), teniendo en cuenta que ese constructo debía ser al sentir de Eco (2011) “Intensiva y constante” (p. 19). Por su parte, Baños (2017), el reconocido geoestratega español frente a esta treta explica que:

Si no existe un enemigo, hay que inventarlo. Desde que el mundo es mundo, todos los grupos humanos parecen haber sentido la necesidad de tener un adversario, el cual les ha permitido fortalecer la unidad interna de su sociedad y tener un objetivo claro contra el que dirigir sus esfuerzos y ambiciones (p.234).

Durante la pandemia, y aún, antes de ella, los jóvenes se convierten en buena medida en el objeto del odio, en ese enemigo que hay que combatir, y que, incluso, con métodos premodernos, como el imprimir violencia en público para intimidar a la población y mostrar el poder de quien ostenta el imperio de la ley y de las armas, se intenta aplacar a toda una sociedad que impávida una, normaliza y acepta dicha estrategia de control, y otra ofendida, exige respeto por los derechos humanos de parte de los agentes del Estado. Cuando hay un permiso explícito de parte de la sociedad, se implanta: “la violencia directa (…) como insignia de poder (que) no se oculta (…) no tiene ningún tipo de pudor (que es) elocuente y sustancial” (Han, 2013, p.20) y que, como en la antigüedad, es un “elemento central y constitutivo de la comunicación” (Han, 2013, p.20). Lo anterior es muestra de la premodernidad en la que se encuentra insertada la sociedad y el poder en Colombia, pues, no es de la Modernidad, según Han (2013), la ejecución pública, ni la pena de muerte tan probas en la denominada sociedad soberana.

Un discurso de los jóvenes sin odios

Para los jóvenes, en su mayoría, no hay un reconocimiento del odio como dispositivo de poder. Cuando se evidencia en buena parte de ellos el desconocimiento de ciertas realidades, logran quedar por fuera de la esfera de sentimientos que siembran este tipo de emociones y sentimientos; no puede en todo caso asumirse que el odio sea solo parte del entramado político, se construye odio cuando se excluye, discrimina, se crea prejuicio; todo ello emerge cuando: “la negatividad del otro deja paso a la positividad de lo igual” (Han, 2016, p.5), dando esa “negatividad” un halo de desconfianza, desprestigiando y poniendo máculas a su naturaleza, frente a las correctas y buenas maneras de esa positividad de lo igual, de aquello que en medio de la normalidad neutraliza lo trascendente de la diferencia. Si bien lo anterior es parte de las tácticas de guerras políticas que ponen al odio como arma, también la sedación de parte de esa juventud sirve de neutralizante ante posibles levantamientos contra el gobierno de turno.

Los jóvenes incrustados en participación política no asumen el odio como respuesta a la intransigencia, intolerancia y violencia impuesta por el poder, lo que es cierto, es su reprobación contra el sistema de cosas que aplasta constantemente sus sueños, léase como la posibilidad de realizarse personal, profesional y laboralmente dentro del mundo de la vida. Esos proyectos que imprimen sentido de vida son deteriorados por todos esos actos que provienen de un ente externo que decide por la vida de los individuos, en este caso particular por el de los jóvenes. En este sentido y frente a las manifestaciones de odio, Gaviria (2021) considera que el pueblo colombiano: “no quiere más asesinatos, más violencia y más palabras de odio” (párr. 9), sabe perfectamente que formar a la juventud para la vida pacífica es un deber del Estado colombiano y de sus ciudadanos.

Las perspectivas políticas de los pobladores de la nación colombiana normalmente llevan en su interior no solo el apoyo a su líder político sino el ingrediente anti, que presume una constante crítica, racional o no, contra su rival político; sin embargo, se encontró, por ejemplo, el caso de una estudiante que rompe esta tradicional manera de ser y hacer política. Esta, manifiesta su cercanía desde una cosmovisión política que tiene como fin rescatar lo positivo del liderazgo que le apetece seguir, no tiene una postura “antinadie”, no manifiesta odio contra su contrario y el de su líder; su resistencia no lleva en su interior la ira y el odio, más bien se empodera de su líder porque concuerda con ella dentro de uno de los plurales movimientos feministas; conecta con dicha campaña exclusivamente por esa razón. Cuando se le pregunta a la joven qué la hace feliz, ella sin ningún temor contesta: Ver mujeres feministas empoderadas, el caso de Francia Márquez, una representante política colombiana, es candidata a la presidencia. Es negra. Es mujer. Es feminista. Para las mujeres llegar a ser como una meta para seguir (Yana, 16 años, comunicación personal, 2021). Otro estudiante responde: Yo sería feliz siendo un político, pero justo (Asdrúbal, 17 años, comunicación personal, 2021).

Si bien la casta política se encuentra desprestigiada, el joven asegura su deseo de dedicarse a ser político, sin embargo, hace una acotación sobre la necesidad de ser un “político justo”. Es evidente que un político ejemplar imprime en los jóvenes sentido de vida; son ejemplo para emular; el sentido de vida emerge con proyección futura, quieren actuar como sus líderes, comienza a reconocer que hay muchos jóvenes que comulgan con ellos dichas cosmovisiones; comparten un ideal, un sentido de comunidad, de ciudadanía, ya no son los jóvenes, es adultista y prejuiciosa visión de minoría de edad que ve al joven como un grupo de “adultos en espera”.

La participación de los jóvenes en la vida política debe ir agarrada de la mano con la correcta formación política que tiene como principal motivo una formación en el respeto, la tolerancia y en el reconocimiento del otro y de sus derechos frente a su actuar político. No hay odio válido en la actividad política, ni pequeño ni grande, hay formas muy sensatas de realizar dicha actividad, sobre todo cuando esos jóvenes que entienden que poseen unos derechos y que, dicha participación que supera en mucho la pertenencia a agrupaciones políticas tradicionales se va diluyendo en los nuevos tiempos. La participación en los Consejos Locales de Juventud (CLJ) y en la evolución de las prácticas políticas, según la Unicef (2016) destaca que existe una “mayor implicación en propuestas de activismo” (párr.7) desde las redes sociales donde permanecen e interactúan con las problemáticas que les afecta.

No obstante, esas manifestaciones de pacifismo de los jóvenes no se circunscriben a lo político como actividad, en las manifestaciones de su vida personal, en su personalidad y carácter, en sus opiniones, la ruptura de la sociedad adulta bélica con la sociedad joven sin prejuicios es evidente. No temen decirle a alguien Te quiero, es una frase razonable en un mundo de relaciones humanas normalmente poco atractiva para este tipo de manifestaciones. La vida cobra sentido con esas maneras de exteriorizar frases, gestos, maneras agradables con el otro. En ese grupo de jóvenes los prejuicios están diluidos en pos de esas búsquedas constantes de aprobación desde actitudes amigables y sencillas que develan la necesidad de una sociedad que abrace esas características enriquecedoras de la sociedad en cuanto a que la motiva a generar actos de paz y respeto hacia el otro. El rostro y la mirada confluyen en este tipo de relaciones humanas. Por dar un ejemplo, un joven escolar considera: No soy rencoroso ósea a mí me pueden hacer miles de cosas y aun así nunca tendré como ese rencor de devolverle (Alex, 18 años, comunicación personal, 2021).

A pesar de las dificultades históricas que han agobiado y agobian a las juventudes, se puede observar una juventud que resiste a ejercer violencia. Si bien hay una violencia que proviene de grupos de jóvenes que delinquen, no es, en todo caso el acto de delinquir una característica exclusiva de ellos; ese prejuicio que desbordó una falsa imagen en la sociedad acerca del joven como peligro se podría desmontar desde la motivación hacia los investigadores de acercarse en trabajos sobre la juventud para esclarecer y deshacer estas visiones que a todas luces son discriminatorias, estigmatizantes y excluyentes. El discurso de los jóvenes de este estudio no es característico de una sociedad frustrada y desmoralizada, más bien, sí, de un grupo social preocupado, pero con los anhelos y sueños en plenitud.

Las narrativas de odio hacia ese nuevo enemigo interno que necesita vencedores y vencidos, represores y reprimidos que tienen como objeto justificar acciones heroicas, no son parte de los jóvenes que tuvieron la posibilidad de expresarse abierta y libremente. Cuando se le inquirió a jóvenes participantes sobre a quién odiaban, la respuesta en su comunicación personal, el 22 de octubre del 2021 fue tajante: Nadie como el caso de Lucas, un joven de 18 años; o de Marisol de 17 que manifestaba: No odio a nadie, odio decir cosas innecesarias; Mafe de 16 años respondió: Nadie, solo los actos de envidia, mentira y traición; Melody de 17 años observa que no odia: a nadie, es una palabra muy fuerte para una persona, y Fredy de 17: no odio, pero me disgusta la injusticia.

Se puede observar entonces, que, los jóvenes no odian a las personas, sin embargo, sí reprueban con contundencia los actos injustos y reprochables. No odiar al sujeto, pero no aceptar las prácticas erradas que de él emana. Es así como la mayoría de los jóvenes carecen de ese sentimiento de odio, lo definen, pero no lo asocian a algo que afecte sus vidas.

Los medios de comunicación masiva irradian de manera constante mensajes y opiniones que podrían aupar al odio. Estas estrategias de manipulación, creación de imaginarios, de reproducción y generación de posverdades podrían captar la voluntad de los jóvenes, sin embargo, estos como objeto de ataque han dado cuenta de las campañas de desprestigio que generan odio en su contra, y han logrado, a partir de las tretas oficialistas descubrir en dichos medios actitudes de falsedad, hipocresía, clasismo, androcentrismo, violencia y discriminación contra las capas jóvenes de la sociedad colombiana. Dichas actitudes y comportamientos se logran reflejar en el común de la sociedad, e incluso es demasiado evidente en el seno del hogar y la escuela, como se manifiesta en la figura 1.

Voces de los informantes sobre las personas que no les gusta

Figura 1: Voces de los informantes sobre las personas que no les gusta

Para los jóvenes es grave que, a parte de lo anterior, se oculte información, que no haya sinceridad frente a situaciones que ocurren en el interior de sus familias, en el medio; adicional a ello sí hay un odio emergiendo hacia la autoridad y las injusticias que se puedan dar a partir de ella, además, de entender que hay una especie de rechazo al joven de parte de sus mayores, quienes, entre más autoritarios menos tolerantes y comprensibles con la generación más joven (Feixa, 2008; Fanjul, 2021). Ello lleva a generar graves choques, por ejemplo, el que se imprimió contra los manifestantes de los años 2019 y 2021 en la ciudad de Bogotá, alentando una crisis de confianza entre los dos grupos etarios (Sánchez, 2021).

Dentro de esos prejuicios efebofóbicos (fobia hacia los jóvenes), muchos de ellos parten de la familia, lo que tensiona la perspectiva de confianza de los jóvenes hacia los componentes adultos de su grupo familiar en cuanto a que son minimizados en lo concerniente a la toma de decisiones del hogar, siendo ignorados en sus opiniones y aminorados sus pensamientos, producto de un prejuicio que parte de falacias de autoridad.

También en medio de esas pugnas internas, algunos jóvenes han manifestado su repudio contra la sociedad patriarcal y androcéntrica en la que se encuentran inmersos; asimismo, la crítica de algunas jóvenes hacia sus madres, ya que, rechazan la manera en cómo ellas han permitido las arbitrariedades contra ellas mismas. Una joven lo refiere de esa manera: Hay mujeres que ya no cambian ese pensamiento por más que uno les diga, digamos mi mamá, mi mamá tiene algunas cosas y le digo: mami, mami. Mi papá digamos no me dice nada, pero mi mamá, como que acepta (María, 17 años, comunicación personal, 2021). El reproche a este tipo de cultura patriarcal, lo denominan odio, sin embargo, la categoría correcta tiene que estar centrada específicamente en la reprobación a actitudes, hábitos y costumbres nocivas para la sociedad misma. Esa cultura del odio es antepuesta por la cultura de la manifestación; y el que las madres de algunas participantes permitan su invisibilización como práctica hegemónica hace que las jóvenes, nueva generación femenina, se levante contra la tradición misma, comprendiendo la importancia de los individuos de una sociedad y valorando las diversas alteridades. La cultura tradicionalista del patriarcado no reconoce la diferencia, al otro/otra, al reconocimiento de nuevas realidades materializadas en nuevas formas de ser.

No solo se odia (reprueba, rechaza, para poner en contexto) la sumisión de las madres, los mismos jóvenes odian (vuélvase a tener en cuenta rechazo y reprobación) aquellas manifestaciones que intentan dañar su tranquilidad. Una joven de 17 años lo asevera: (odio) La gente que me roba la paz, me odio a mi cuando soy yo quien lo hace; pero también: (odio) sentirme sola y triste (comunicación personal, 2021)

El sentir “odio” para los ejemplos anteriores, realmente no va más allá del hecho de sentir un rechazo hacia lo establecido. Ello no es algo nuevo. Los jóvenes siempre han rechazado lo que a su parecer es anacrónico y nocivo, y ello los ha llevado a chocar con las tradiciones hasta ese momento aceptadas por la adultocracia, un ejemplo de la histórica pugna la encontramos en una opinión del Hesíodo poeta de la antigua Grecia, cuando acusa al joven de ser ferviente del lujo y de su mala educación, de ser desobediente a las autoridades y de no respetar a los mayores de edad. Es tal el controvertido choque desde hace más de dos mil quinientos años, que, el mismo autor de Los trabajos y los días se atreve a tachar a la juventud de “verdaderos tiranos”, que responden a sus padres, llegando a concluir que son simplemente malos. No tenía ninguna esperanza en la juventud en caso de tener la posibilidad de acceder al poder. Inclusive, en una vasija de arcilla babilónica hacia el 4000 a. de C. se puede leer: “Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.

Entre los mensajes que acreditan a los jóvenes participantes como individuos que no aprueban las manifestaciones de odio, las frases que manifiestan cariño y comprensión se hacen oportunas; el “no te preocupes, no pasa nada” de la mayoría de jóvenes escolares, ayudan a constatar la mayor resiliencia frente a sus mayores; el tener mayor capacidad de reconocimiento del otro teniendo en cuenta sus diferencias, y sin llegar a un punto extremo de idealización, éstos terminan conformando una gran diversidad en su grupo etario que, logra soportar a partir de sus valores juveniles, esos prejuicios que sus mayores demuestran ante la realidad que les envuelve.

No es sensato el mundo contra el que se enfrentan, y ese mundo en estas edades mozas es enfrentado con unas formas, si no, novedosas, sí, exóticas para un país que ha sido gobernado por las leyes de la violencia. Esas formas de relacionarse con el mundo validan no universalmente unas nuevas visiones de relación con el otro, pero, se logra notar un avance en este grupo selecto de jóvenes escolares.

Incluso, se destaca que, al responder frente a este aspecto, ninguno de los jóvenes escolares manifestó odiar a ningún familiar a pesar de las diferencias y dificultades que podrían estar viviendo. Y en esas diferencias y dificultades normalmente está presente la figura paterna. En la diversidad de respuestas, algunos de los jóvenes ignoran y evaden nombrar a su padre, otros tantos, hacen alguna crítica que se termina convirtiendo en un reclamo o en una queja frente a la imposibilidad de comprender a dicha figura. El caso es que no hay una manifestación explícita de odio o de algún deseo de venganza.

Conclusiones

En función de las narrativas expresadas por los escolares que, en su rol de jóvenes juegan un papel fundamental en el objetivo de forjar paz, otorgan un ejemplo claro de que no se han dejado contaminar por el discurso del odio de las generaciones mayores y tan extendido por todo el territorio nacional. Se observa un temor al futuro ya que es incierto y complejo de entender ante los cambios de las realidades pandémicas cargadas de miedo, incertidumbre y el mismo odio por lo distinto, como lo refiere Han (2016).

A pesar de todas las dificultades, concuerdan estos jóvenes en la necesidad de tener una convivencia pacífica, de vivir en solidaridad, sin egoismos, que ayuda a enriquecer la vida, además de construcción de tejido social y, por ende, de nación, en el que los valores democráticos sean ponderadamente más sólidos. Frente a la promoción de la paz, la verdad, la convivencia y ante las diversas posturas de los jóvenes escolares de esta investigación, la Comisión de la Verdad en su documento titulado Convocatoria a la Paz Grande, pide a los jóvenes: “no colaborar en nada que profundice la muerte, el odio y la desesperanza.” (2022, p. 53); en 2017, el Papa Francisco, quien viajó a Colombia en visita pastoral, invitó a los jóvenes a enseñar el perdón a sus mayores y también a que: “no se dejen enredar por historias viejas” y que miren con sorpresa: “cuando los adultos repetimos acontecimientos de división simplemente por estar atados a rencores” (Agencia EFE, 2017, párr. 9); y con Bauman (2016) esas actitudes de solidaridad y respeto a la diferencia, pues: “no hay otra manera de salir de esa crisis, que mediante la solidaridad de los seres humanos” (p. 13).

Como hecho demostrable, las juventudes sedientas de cambios y transformaciones fueron utilizadas por los poderes del Estado para justificar la existencia de un enemigo interno, y por eso el deber de utilizar las armas contra ellos.

En este contexto se comprenden las campañas de desprestigio, de la muy tradicional narrativa de una interesada profusión de opiniones sobre inmoralidad juvenil o generación irredenta de la sociedad adulta.

En la actualidad, existe una élite que ha encontrado a un enconado enemigo a quien ha decidido estigmatizar, perseguir, encarcelar, asesinar, en una palabra, destruirlo. Con una imagen degradada se hace difícil reconstruir dicha imagen para la ciudadanía, esta acepta a ojo cerrado una posverdad altamente peligrosa y se niega a poner en entredicho la falsa construcción de discursos de odio, que además se vuelve mediática, o sea, los medios del establecimiento están ahí para apoyar la deslegitimización. Bajo la égida de la democracia y la libertad, se justifica actuar con absoluta determinación contra ese nuevo enemigo, que se crea simplemente para justificar la guerra y la muerte (Eco, 2011; Vanegas, 2021).

Al joven, a quien el adultismo y el adultocentrismo han declarado enemigo, es necesario reconocerle su nuevo papel político, que en los últimos tiempos se nota mucho más voluminoso. Ellos saben muy bien que no son enemigos de nadie, que no es más que un constructo político del establecimiento polarizador. En vez de declarar enemistad con esta población se debe declarar a esta población como existente en la materialización de proyectos para generar en toda ella, sentido de vida, un sentido que ya no está subsumido en la oscuridad del desespero. Son ellos, sujetos de conocimiento, leen, interpretan un mundo desde sus propias cosmovisiones, y se puede aceptar que no es el odio parte de sus intereses de vida.

No es dable aceptar lecturas unilaterales y absolutas, las lecturas denotativas sobre los jóvenes han generado odios y represión, es desde las lecturas connotativas de plurales realidades donde se sostiene la posibilidad de entrar en un espacio de comprensión.

Denotación y connotación (Gómez, 2013), dos tipos de lectura que, aunque complementarias pueden ser utilizadas por intereses diferentes en contra del otro, de aquel que no se adscribe a lo establecido por la lectura alineada a interpretaciones únicas, unanimistas y absolutistas.

Con todo lo anterior, se puede concluir que, a la cultura del miedo, la incertidumbre, el odio, el poder por el poder, se ha de anteponer la cultura del afecto, de la confianza, el respeto, la igualdad por la ley y convertirla en tradición, hábito; una igualdad que pueda calmar este clima tan desafiante (Junco , 2020). Una cultura que enseñe a vivir con una conducta y actuación rectas según las palabras de Frankl (1999).

He ahí, un reto de las juventudes colombianas a nivel general, un reto donde la búsqueda de sentido de vida en vez de menguar y agotarse ofrece la posibilidad para emerger en medio de tantas crisis existenciales que tienen que enfrentar los jóvenes, incluyendo los de este estudio. Esas oportunidades no están orientadas como Frankl (1980) lo explica en la sociedad de la opulencia, la sobreabundancia, el tiempo libre, que, al parecer podría ofrecer: “una configuración de la vida plena de sentido, pero que en realidad no hace sino contribuir al vacío existencial” (p. 35); es a partir de un proceso de autorrealización, de su compromiso consigo mismo que, se puede ir al cumplimiento del sentido de su vida(Frankl, 1999)

La decidida opción es vivir una nueva vida creándose en sí mismo como un sujeto de las nuevas juventudes, no tanto por ser generacionalmente la más joven, sino, entendiendo que, hay en ella una nueva forma de vivir y de practicar la paz y la concordia. Solo siendo conscientes de que la vida tiene sentido y hay que darse a la tarea de buscarlo, y en esa búsqueda comprender que la vida tiene sentido cuando el individuo se reconoce a sí mismo, es como se puede, entonces, soportar desde las tres dimensiones del ser humano, la individual, la social y la histórica (Zubiri, 2005) que los jóvenes tienen un papel fundamental que jugar como personas con intereses propios, como partes activas de la sociedad y como hacedores de la historia de su nación en tono de participación política, cultural, comunal, laboral, como hacedores del cambio y transformadores de las estructuras que al día de hoy fueron utilizadas para su negación.

Referencias

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El presente artículo de tipo reflexivo se origina en el trabajo de la tesis Horizontes de sentido vida en jóvenes escolarizados de educación media de la localidad de ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contextos de pandemia.
Carrillo-Pachón, O. y Vélez de la Calle, C.P. (2023). La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educación y Ciudad, (44), e2877

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APA

Carrillo-Pachón, O. y Vélez de la Calle, C. del P. (2023). La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educación y Ciudad, (44), e2877. https://doi.org/10.36737/01230425.n44.2023.2877

ACM

[1]
Carrillo-Pachón, O. y Vélez de la Calle, C. del P. 2023. La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educación y Ciudad. 44 (ene. 2023), e2877. DOI:https://doi.org/10.36737/01230425.n44.2023.2877.

ACS

(1)
Carrillo-Pachón, O.; Vélez de la Calle, C. del P. La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educ. ciudad 2023, e2877.

ABNT

CARRILLO-PACHÓN, O.; VÉLEZ DE LA CALLE, C. del P. La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educación y Ciudad, [S. l.], n. 44, p. e2877, 2023. DOI: 10.36737/01230425.n44.2023.2877. Disponível em: https://revistas.idep.edu.co/index.php/educacion-y-ciudad/article/view/2877. Acesso em: 26 abr. 2024.

Chicago

Carrillo-Pachón, Orlando, y Claudia del Pilar Vélez de la Calle. 2023. «La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia». Educación y Ciudad, n.º 44 (enero):e2877. https://doi.org/10.36737/01230425.n44.2023.2877.

Harvard

Carrillo-Pachón, O. y Vélez de la Calle, C. del P. (2023) «La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia», Educación y Ciudad, (44), p. e2877. doi: 10.36737/01230425.n44.2023.2877.

IEEE

[1]
O. Carrillo-Pachón y C. del P. Vélez de la Calle, «La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia», Educ. ciudad, n.º 44, p. e2877, ene. 2023.

MLA

Carrillo-Pachón, O., y C. del P. Vélez de la Calle. «La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia». Educación y Ciudad, n.º 44, enero de 2023, p. e2877, doi:10.36737/01230425.n44.2023.2877.

Turabian

Carrillo-Pachón, Orlando, y Claudia del Pilar Vélez de la Calle. «La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia». Educación y Ciudad, no. 44 (enero 18, 2023): e2877. Accedido abril 26, 2024. https://revistas.idep.edu.co/index.php/educacion-y-ciudad/article/view/2877.

Vancouver

1.
Carrillo-Pachón O, Vélez de la Calle C del P. La cultura sin odio: una apuesta desde las Nuevas Juventudes Escolarizadas de Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia en contexto de pandemia. Educ. ciudad [Internet]. 18 de enero de 2023 [citado 26 de abril de 2024];(44):e2877. Disponible en: https://revistas.idep.edu.co/index.php/educacion-y-ciudad/article/view/2877

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